La festividad fue la número 15 y forma parte de los festejos del Bicentenario de la revolución juliana. En la Jisk’a participaron invidentes, abuelos y personas con síndrome de Down.
A punto de subir la avenida Bolívar, Marfa Inofuentes toma un descanso. “Ésta es la partecita más difícil”, dice la afroboliviana de trenzas coloridas. “Pero vale la pena porque el Jisk’a es único”, concluye, y vuelve al baile. Ella baila en la saya que fue una de las 27 expresiones artísticas en 58 comparsas que se presentaron ayer en la Jisk’a Anata paceña.
Los pinkillos, las tarkas, los pututus y las wankaras, entre otros instrumentos originarios, deleitaron una vez más en la Entrada folklórica en las calles de la ciudad sede del Gobierno.
En esta ocasión, el evento carnavalero se consolidó como el de mayor variedad en el país, pues según datos de la Sociedad Andina de Conjuntos Folklóricos (SACF), en los 58 grupos había 27 expresiones diferentes que rescataban la riqueza musical del área rural del país.
“Podemos decir que ésta es la fiesta donde se encuentran las danzas y las representaciones de todo el país, en especial del área rural. Además de demostrar nuestra diversidad cultural, compartimos con la alegría y la diversión de los paceños”, comentó Luis Revilla, el presidente del Concejo Municipal.
La autoridad recordó que la versión de ayer fue la número 15 de la Jisk’a y “es parte de los festejos del Bicentenario”.
En la Entrada andina se presentaron grupos de distintas latitudes de La Paz. Por ejemplo, llegaron los chamas desde Rurrenabaque (límite Beni-La Paz), los kajschuiri de la provincia Camacho (La Paz), los quena quena de Chuma (La Paz) y los sicuris que representan a los distintos ayllus con raíces collas, entre otros.
También se lucieron las danzas tradicionales del país. Estuvieron, por ejemplo, los Caporales de Derecho, de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), o la Fraternidad Morenada Illimani.
Los personajes
A la cita no faltó el movimiento cultural Los Olvidados. Los hombres con camisas a rayas, overoles de antiguos trabajadores de ferrocarriles, estudiantinas y boinas recordaron con su música y danza la época posterior a la Guerra del Chaco.
Tampoco fallaron los personajes de antaño. Por ejemplo, estuvieron algunas mujeres ataviadas al estilo de la Tía Núñez, mientras que algunos varones se colocaron frac para hacer el recorrido. Al estilo de Los Olvidados hubo un par de vehículos de antaño que circularon a paso lento.
Conduciendo su Mercedes Benz modelo 1938 estuvo Javier Gutiérrez Llanos. Al verlo dentro del antiguo auto, un espectador se animó a gritarle: “Qué bueno, abuelo”. El conductor, de 63 años, replicó al instante: “¿Cuál abuelo, carajo?”, y provocó la risa del público que estaba cerca de la intersección de la calle Comercio y la avenida Montes.
Los espectadores se presentaron sobre todo en la tarde, cuando coparon la mayoría de los espacios que estaban en alquiler. Los asientos más caros costaban 20 bolivianos y estaban cerca de la iglesia de San Francisco. Los más baratos valían 15 bolivianos el par y estaban en la esquina de la avenida 16 de Julio y la calle Bueno.
A pesar de los constantes pedidos de los músicos y bailarines, hubo abundante juego con agua y espuma, y pese a la prohibición había vendedores que ofertaban bolsas con globos a un boliviano.
Los baches entre conjunto y conjunto fueron pretexto para que desde las tribunas se lanzaran globazos entre los asistentes. El tramo de la avenida Mariscal Santa Cruz fue propicio para dar rienda suelta al espíritu carnavalero.
“Creo que tenemos aún algunos aspectos que mejorar, como por ejemplo los espacios que hay entre los grupos o que alguna gente moje a los bailarines; con todo, creo que fue una Entrada mejor que las anteriores”, mencionó Juan Carlos Tapia Cortez, presidente de la SACF.
Tapia es el presidente de la agremiación desde el comienzo de la Jisk’a, en 1994. “Lo que ha mejorado en estas versiones es la variedad de manifestaciones culturales; aunque el primer año con 13 agrupaciones teníamos sólo siete expresiones distintas de danza y música”.
Con el paso de los años, la Jisk’a fue creciendo. Hoy participan unos 10.000 bailarines y los últimos años hubo músicos y danzarines que llegaron desde Perú, como lo hicieron en esta gestión.
Para el oficial mayor de Culturas de la Alcaldía, Wálter Gómez: “El Jisk’a Anata también es un encuentro entre lo rural y lo urbano. Acá existe una demostración de las expresiones de la ciudad y las provincias. Tenemos una variedad para todos los gustos; por ejemplo, están los chamas de Rurrenabaque, que difícilmente se los puede encontrar en otra entrada”.
La integración
La Entrada también fue motivo de integración entre diversos grupos sociales que habitan la ciudad de La Paz.
Los primeros en ingresar fueron los invidentes de la Fraternidad Luis Braille. La comunidad Awicha (que atiende a personas de la tercera edad) también cosechó aplausos a su paso. Y un grupo de danzantes con síndrome de Down se robó el cariño de los espectadores.
Desde que empezó la fiesta, un poco después del mediodía, hasta el final, cerca de las 19.30, el público retribuyó con aplausos a los participantes que demostraron sus danzas y su música. la Sociedad Andina de Conjuntos Folklóricos ya prepara la próxima versión, que espera que sea superior a la que ayer alegró a los paceños. Porque, tal y como dice Marfa Inofuentes, miembro del movimiento afroboliviano, la Jisk’a Anata es única.
Detrás de la fiesta folklórica
La Entrada de la Jisk’a Anata fue encabezada por un pepino con los colores paceños.
Un grupo de 50 “cebras” llevó mensajes de la campaña “¿Hasta cuándo pues?”.
“Me violaron… Borracha estaba pero me acuerdo” fue uno de los mensajes de las “cebras”.
La oferta alimenticia fue diversa. Había desde pollos al spiedo hasta charquekán “orureño”.
Juan Del Granado no acudió a la cita carnavalera. Dicen que estaba “atendiendo emergencias”.
Tampoco hubo representantes del Ejecutivo. Ni el Presidente ni sus ministros acudieron a la cita.
Las emergencias fueron atendidas por tres puestos de la Cruz Roja Boliviana.
El Canal 4 tuvo la transmisión en exclusiva. Aunque también se vieron cámaras de otros medios.
Hubo 130 funcionarios de la Alcaldía, 150 de la Guardia Municipal y 500 efectivos de la Policía.
A punto de subir la avenida Bolívar, Marfa Inofuentes toma un descanso. “Ésta es la partecita más difícil”, dice la afroboliviana de trenzas coloridas. “Pero vale la pena porque el Jisk’a es único”, concluye, y vuelve al baile. Ella baila en la saya que fue una de las 27 expresiones artísticas en 58 comparsas que se presentaron ayer en la Jisk’a Anata paceña.
Los pinkillos, las tarkas, los pututus y las wankaras, entre otros instrumentos originarios, deleitaron una vez más en la Entrada folklórica en las calles de la ciudad sede del Gobierno.
En esta ocasión, el evento carnavalero se consolidó como el de mayor variedad en el país, pues según datos de la Sociedad Andina de Conjuntos Folklóricos (SACF), en los 58 grupos había 27 expresiones diferentes que rescataban la riqueza musical del área rural del país.
“Podemos decir que ésta es la fiesta donde se encuentran las danzas y las representaciones de todo el país, en especial del área rural. Además de demostrar nuestra diversidad cultural, compartimos con la alegría y la diversión de los paceños”, comentó Luis Revilla, el presidente del Concejo Municipal.
La autoridad recordó que la versión de ayer fue la número 15 de la Jisk’a y “es parte de los festejos del Bicentenario”.
En la Entrada andina se presentaron grupos de distintas latitudes de La Paz. Por ejemplo, llegaron los chamas desde Rurrenabaque (límite Beni-La Paz), los kajschuiri de la provincia Camacho (La Paz), los quena quena de Chuma (La Paz) y los sicuris que representan a los distintos ayllus con raíces collas, entre otros.
También se lucieron las danzas tradicionales del país. Estuvieron, por ejemplo, los Caporales de Derecho, de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), o la Fraternidad Morenada Illimani.
Los personajes
A la cita no faltó el movimiento cultural Los Olvidados. Los hombres con camisas a rayas, overoles de antiguos trabajadores de ferrocarriles, estudiantinas y boinas recordaron con su música y danza la época posterior a la Guerra del Chaco.
Tampoco fallaron los personajes de antaño. Por ejemplo, estuvieron algunas mujeres ataviadas al estilo de la Tía Núñez, mientras que algunos varones se colocaron frac para hacer el recorrido. Al estilo de Los Olvidados hubo un par de vehículos de antaño que circularon a paso lento.
Conduciendo su Mercedes Benz modelo 1938 estuvo Javier Gutiérrez Llanos. Al verlo dentro del antiguo auto, un espectador se animó a gritarle: “Qué bueno, abuelo”. El conductor, de 63 años, replicó al instante: “¿Cuál abuelo, carajo?”, y provocó la risa del público que estaba cerca de la intersección de la calle Comercio y la avenida Montes.
Los espectadores se presentaron sobre todo en la tarde, cuando coparon la mayoría de los espacios que estaban en alquiler. Los asientos más caros costaban 20 bolivianos y estaban cerca de la iglesia de San Francisco. Los más baratos valían 15 bolivianos el par y estaban en la esquina de la avenida 16 de Julio y la calle Bueno.
A pesar de los constantes pedidos de los músicos y bailarines, hubo abundante juego con agua y espuma, y pese a la prohibición había vendedores que ofertaban bolsas con globos a un boliviano.
Los baches entre conjunto y conjunto fueron pretexto para que desde las tribunas se lanzaran globazos entre los asistentes. El tramo de la avenida Mariscal Santa Cruz fue propicio para dar rienda suelta al espíritu carnavalero.
“Creo que tenemos aún algunos aspectos que mejorar, como por ejemplo los espacios que hay entre los grupos o que alguna gente moje a los bailarines; con todo, creo que fue una Entrada mejor que las anteriores”, mencionó Juan Carlos Tapia Cortez, presidente de la SACF.
Tapia es el presidente de la agremiación desde el comienzo de la Jisk’a, en 1994. “Lo que ha mejorado en estas versiones es la variedad de manifestaciones culturales; aunque el primer año con 13 agrupaciones teníamos sólo siete expresiones distintas de danza y música”.
Con el paso de los años, la Jisk’a fue creciendo. Hoy participan unos 10.000 bailarines y los últimos años hubo músicos y danzarines que llegaron desde Perú, como lo hicieron en esta gestión.
Para el oficial mayor de Culturas de la Alcaldía, Wálter Gómez: “El Jisk’a Anata también es un encuentro entre lo rural y lo urbano. Acá existe una demostración de las expresiones de la ciudad y las provincias. Tenemos una variedad para todos los gustos; por ejemplo, están los chamas de Rurrenabaque, que difícilmente se los puede encontrar en otra entrada”.
La integración
La Entrada también fue motivo de integración entre diversos grupos sociales que habitan la ciudad de La Paz.
Los primeros en ingresar fueron los invidentes de la Fraternidad Luis Braille. La comunidad Awicha (que atiende a personas de la tercera edad) también cosechó aplausos a su paso. Y un grupo de danzantes con síndrome de Down se robó el cariño de los espectadores.
Desde que empezó la fiesta, un poco después del mediodía, hasta el final, cerca de las 19.30, el público retribuyó con aplausos a los participantes que demostraron sus danzas y su música. la Sociedad Andina de Conjuntos Folklóricos ya prepara la próxima versión, que espera que sea superior a la que ayer alegró a los paceños. Porque, tal y como dice Marfa Inofuentes, miembro del movimiento afroboliviano, la Jisk’a Anata es única.
Detrás de la fiesta folklórica
La Entrada de la Jisk’a Anata fue encabezada por un pepino con los colores paceños.
Un grupo de 50 “cebras” llevó mensajes de la campaña “¿Hasta cuándo pues?”.
“Me violaron… Borracha estaba pero me acuerdo” fue uno de los mensajes de las “cebras”.
La oferta alimenticia fue diversa. Había desde pollos al spiedo hasta charquekán “orureño”.
Juan Del Granado no acudió a la cita carnavalera. Dicen que estaba “atendiendo emergencias”.
Tampoco hubo representantes del Ejecutivo. Ni el Presidente ni sus ministros acudieron a la cita.
Las emergencias fueron atendidas por tres puestos de la Cruz Roja Boliviana.
El Canal 4 tuvo la transmisión en exclusiva. Aunque también se vieron cámaras de otros medios.
Hubo 130 funcionarios de la Alcaldía, 150 de la Guardia Municipal y 500 efectivos de la Policía.
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