¡Sensacional, indescriptible e insólito! La espectacular “Entrada” de los 52 conjuntos folklóricos, que participaron en el Carnaval de Oruro 2009, culminó a las 08:15 horas del domingo, en la puerta del Santuario de la Virgen del Socavón, después de más de 24 horas de ininterrumpido baile, con una contagiante música en los 3.5 kilómetros de la ruta de la peregrinación religiosa.
Los últimos conjuntos folklóricos que, en calidad de “castigados”, ingresaron a la explanada del Carnaval, provocaron el delirio de miles de espectadores que continuaban extasiados por el folklore, la belleza de la mujer y los multicolores trajes de los danzarines y las emblemáticas máscaras. El público aplaudió el esfuerzo y sacrificio de bailar en honor a la Virgen del Socavón.
A esa maravillosa expresión cultural, se sumaron los fuegos artificiales que explotaban a cada rato en el cielo oscuro de la madrugada, llamando la atención de todos los que el sueño les vencía a las 06:15 horas de ayer, en los mismos asientos ubicados en la Avenida Cívica.
La Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad, sigue a ese ritmo ascendente, a pesar de los obstáculos y en comunión de intereses, entre danzarines, músicos, artesanos, autoridades locales y los turistas nacionales y extranjeros que cada año esperan ese milagro de la Virgen, en la época del Carnaval.
La Fraternidad Reyes Morenos Ferrari Ghezzi culminó su ingreso a la Avenida Cívica a esa hora. Eran interminables filas de mujeres hermosas con polleras cortas, que sólo cubrían las nalgas. Tenían las blusas escotadas, bien adornadas con perlas y lentejuelas y un sombrero en la cabeza. Ellas no sentían frío. La temperatura mínima de ese momento era de 2 grados centígrados. La fiesta continuaba y la gente desbordaba de alegría, bailaba y saltaba, gritaba y aplaudía.
A esa hora ya no habían policías. Miles de personas invadieron la Avenida Cívica, estaban llenos de alegría y acompañaban el compás de la Morenada. Las bandas de música daban rienda suelta a todos los ritmos cansinos, pero alegres, como para moverse ese instante. Los reyes morenos avanzaron sin cesar y casi no terminaba nunca el espectáculo.
Cuando clareaba el día del Domingo de Corso del Carnaval, aparecieron por detrás, el conjunto folklórico Waca Waca San Agustín. Los jóvenes universitarios hicieron revivir la danza y esperaron desde las 23:00 horas del día anterior, para ingresar apenas a las 07:00 de la madrugada de ayer, en la Avenida Cívica, el último sitio de demostraciones, antes de llegar al Santuario de la Virgen del Socavón, en cuyo honor bailan los más de 50 mil danzarines.
Había un torero, al estilo español, que quería abrir paso para sus músicos y danzarines. Las mujeres estaban vestidas con innumerables polleras, unas encimas de otras, mientras que los varones hacían de “toros” que bailaban “corneando” a los españoles. Es una sátira a la colonización española.
El espectáculo no terminó a esa hora. Detrás siguió un nuevo grupo de Phujllay, con una vestimenta típica de Tarabuco. Una banda de música y los danzarines hacían tronar sus espuelas de los enormes zancos, que por lo menos tenían un grosor de 10 centímetros.
Cuando todo parecía concluir a las 07:30, la banda real Imperial se ubicó en las graderías y empezó a anunciar su actuación, para que todos los asistentes puedan bailar al compás de las morenadas, pero detrás y a ruego de los dirigentes de un nuevo grupo de Tinkus de Oruro, tuvieron que callar los instrumentos y dar paso a ese conjunto. La fiesta continuaba interminable. Al paso de los tinkus, la gente bailaba por la Avenida. Habían hombres y mujeres, incluso algunos niños bailando. Era preferible bailar que quedar entumecido por el frío.
Miles de turistas, que querían aprender la coreografía, disfrutaron de ese espectáculo hasta el final. Luego apareció el conjunto folklórico Caporales Santiago, con un estandarte enorme. Dos bandas de música y centenares de bailarines, pasaban por el escenario, al son de los cascabeles. Las mujeres, que eran centenares y por grupos, mostraban una sonrisa contagiante y un baile exótico, para felicidad del público. Ahí está el ejemplo de devoción religiosa ante la Virgen del Socavón. Esperaron toda la noche para bailar en su honor y lograron su objetivo.
Los Caporales San Simón, que ingresaron a la Avenida Cívica a las 05:15 de la madrugada de ayer, no parecían ser “castigados”, sino premiados. El público los esperó y los aplaudió frenéticamente. Habían gritos ensordecedores de hombres y mujeres que los reconocieron inmediatamente. Era el mejor conjunto folklórico, por cantidad, coreografía e indescriptible, pero al mismo tiempo, contagiante música. Habían grupos de 120 mujeres y 120 hombres. Las delegaciones de La Paz, Cochabamba y Sucre, se unieron a los de Oruro, para disfrutar del Carnaval más hermoso de la humanidad.
Los Tobas de la Zona Sud, los reconocidos y los disidentes, eran una maravilla. El mejor espectáculo se vivió la madrugada de ayer. Las mujeres, con plumas en la cabeza, una falda corta y apenas una pechera de terciopelo, dejaba expuesto todo el cuerpo al frío. A pesar de eso, los saltos ágiles, los giros de un lado para otro, levantando los pies y saltando, hacían el calor necesario para seguir en el Carnaval religioso. Los tobas Centralistas, ingresaron minutos antes de los Reyes Morenos Ferrari Ghezzi.
Los últimos conjuntos folklóricos, eran los más esperados por el público. La Morenada Enaf, Rikchary Llajta, Suri, Sartañani, Caporales CBN, Intillajta, Sumaj Punchay, Tobas Sud, Caporales San Simón, Tobas Central y Morenos Ferrari.
Cuando terminaba la Entrada del Sábado del Carnaval de Oruro, en la puerta del Santuario de la Virgen del Socavón, a las 8:15 horas de ayer, en la partida, ya había empezado el Corso del Domingo, en la calle Aroma, esquina Potosí, para seguir la indescriptible, sensacional y espectacular Obra Maestra de la Humanidad.
La Diablada Urus tuvo elogios de la gente. El juego de luces, los fuegos artificiales colocados en un arco, parecía una puerta del averno por donde emergían los ángeles y diablos. Por delante estaba la Virgen del Socavón, en cuyo honor bailaban sin descanso.
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