Mientras pancaritas, sewencas y amancayas abren seductoras sus pétalos y pintan de colores los campos; puntada a puntada, don Hugo Altamirano Ticona siembra flores andinas en trajes de ch\'utas.
“También hay que bordar pajaritos volando porque los pajaritos están enamorados de las flores”, asegura el artesano de 78 años, fundador de la comparsa de ch\'utas Siempre Corocoreños.
Así fue desde que don Hugo tiene memoria. Cada Carnaval, cuando los trajes de ch\'uta se comenzaban a amontonar en el taller de su tío —el bordador Juan Altamirano—, los sembradíos de su natal Corocoro se llenaban de flores multicolores. “Por eso se baila y se ch\'alla en la fiesta de la J\'acha Anata”, concluye.
Cuando todo florece
Los tiempos de Awti Pacha y Jallu Pacha dividen el calendario agrícola andino en épocas secas (de mayo a agosto) y épocas de lluvias (de diciembre a marzo). “La lluvia del Jallu Pacha fertiliza los campos y todo florece, no sólo la tierra, sino también las mujeres. Es un tiempo de agradecimiento mediante la ch\'alla a la Pachamama”, explica el antropólogo David Mendoza.
“En noviembre comienzan las k\'achuas, que son danzas en las que los jóvenes encuentran pareja. Se relacionan con el tiempo de fertilidad y concluyen, en febrero, con la fiesta de la Anata, que en aymara quiere decir juego”, puntualiza el antropólogo Milton Eyzaquirre.
Dividido entre el festejo familiar y comunitario —J\'iska Anata y J\'acha Anata— el Carnaval andino llena el campo con juegos festivos. Allí están saltando los ch\'utas y haciendo travesuras los k\'usillos.
“La ciudad es una extensión del campo, se sustenta en una lógica agrícola. La ch\'alla sólo ha cambiado de objeto, antes se agradecía la cosecha de papa; ahora, el negocio próspero. La Anata paceña, con todos sus personajes mestizos, es la clara prueba del sincretismo cultural”, asegura David Mendoza.
Ch\'utas y k\'usillos
Don Hugo, veterano ch\'uta de Siempre Corocoreños, se ofende cuando ve que los modernos bailarines hacen girar por la izquierda a las cholitas que los escoltan. “Siempre hay que hacerle dar vueltas por la derecha, es una vergüenza que no sepan”, dice.
En más de 60 años de saltar con huayños carnavaleros, Altamirano ve cambios en las comparsas ch\'uteras. “Al jubón ahora le llaman chaquetilla; ya no hacen abertura atrás en los pantalones; se están perdiendo las cintas y los cascabeles y han desaparecido los espejitos”, enumera. “Lo único que sigue es la voz del ch\'uta, aunque antes sólo hablaba aymara”.
“El personaje ch\'uta es una parodia a los españoles, dueños de haciendas; por eso los trajes que parecen de torero, las barbas de la máscara y la voz chillona”, resume Mendoza. A fines del siglo XIX, los terratenientes usaban pongos para el comercio del campo a la ciudad. Pronto éstos fueron bautizados como ch\'utas, que significa “indios paceños”. Pero sus orígenes son aún más lejanos. Dice el antropólogo Eyzaquirre: “El ch\'uta tiene inminentes raíces rurales y está relacionado con la fertilidad, pues aparece en la Anata y es conquistador y cholero”.
Hacia los años 40, camuflado entre la migración del campo a la ciudad, llegó el ch\'uta. En 1949, siendo un joven recién llegado, Hugo Altamirano fue testigo de la fundación de la primera comparsa en la zona de Chijini. “La primera comparsa ha sido Siempre Corocoreños; después los aljeres (comerciantes paceños) han hecho su grupo y bailaban en la calle Los Andes. A poco, los corocoreños se han dividido y han aparecido los Auténticos Corocoreños. Todos usaban los trajes que mi tío Juan Altamirano bordaba. Yo los traía desde Corocoro”, relata.
Como exitoso inmigrante, el ch\'uta pronto se popularizó y se hizo infaltable en los carnavales paceños. “Cada vez son más las fraternidades que bailan de ch\'utas en Carnaval y modernizan el baile contribuyendo al crisol cultural paceño”, dice Mendoza.
Aunque más lenta, la llegada del k\'usillo obedeció a los mismos móviles. El personaje del bufón andino, cuyo nombre deriva de la palabra aymara kusi (alegría), se presentó en principio como una figura traviesa dentro del baile de los waca waca. Sólo en los últimos años pudo independizarse. “Entramos en la J\'iska Anata en tropa de k\'usillos, porque es nuestro interés recuperar la figura de este saltarín”, explica Ana Verástegui Flores, miembro del ballet Cidebol y flamante Tawaco (muchacha soltera) del Carnaval paceño 2008.
“El k\'usillo, que tiene cuna rural, está relacionado con el Carnaval. Por su aspecto y sus cuernos, también se lo asemeja al diablo occidental; pero un diablo juguetón. Aparece en la Anata como otro símbolo de fertilidad, pues la nariz de su máscara simbolizaría el falo”, sostiene Milton Eyzaguirre,
“Con los años, el ch\'uta y el k\'usillo comparten protagonismo con el pepino en las entradas y fiestas citadinas. Los tres son resultado de hibridaciones y representan también la naturaleza misma del Carnaval paceño”, concluye el antropólogo Eyzaguirre.
Bordador de ch\'utas
Hace 60 años que Hugo Altamirano no vuelve al Corocoro que lo vio nacer y que mitigó su orfandad con el cariño de su tío Juan. Hace tres años, el bordador ha dejado de bailar ch\'utas, la danza con la que conoció a su esposa, también corocoreña. “A veces me acuerdo de esos carnavales y me duele el corazón... porque ya no puedo bailar”, dice el ch\'uta retirado, pero activo moreno achachi en el Gran Poder.
Su consuelo es seguir elaborando trajes de ch\'uta en su taller de la Kollasuyo. “Voy a seguir bordando”, advierte mientras, puntada a puntada, siembra pancaritas.
EL BUFÓN SALTARÍN DE LOS CAMPOS FLORIDOS
Los orígenes del kusillo se remontan a épocas precolombinas, donde el personaje representaba ya el papel del juguetón en los bailes. Era también un símbolo de fertilidad, pues su nariz representaría al falo, según los especialistas. Aunque participa en la mayoría de las fiestas tradicionales y en variadas danzas de las áreas rurales, su presencia es característica en la Anata.
“También hay que bordar pajaritos volando porque los pajaritos están enamorados de las flores”, asegura el artesano de 78 años, fundador de la comparsa de ch\'utas Siempre Corocoreños.
Así fue desde que don Hugo tiene memoria. Cada Carnaval, cuando los trajes de ch\'uta se comenzaban a amontonar en el taller de su tío —el bordador Juan Altamirano—, los sembradíos de su natal Corocoro se llenaban de flores multicolores. “Por eso se baila y se ch\'alla en la fiesta de la J\'acha Anata”, concluye.
Cuando todo florece
Los tiempos de Awti Pacha y Jallu Pacha dividen el calendario agrícola andino en épocas secas (de mayo a agosto) y épocas de lluvias (de diciembre a marzo). “La lluvia del Jallu Pacha fertiliza los campos y todo florece, no sólo la tierra, sino también las mujeres. Es un tiempo de agradecimiento mediante la ch\'alla a la Pachamama”, explica el antropólogo David Mendoza.
“En noviembre comienzan las k\'achuas, que son danzas en las que los jóvenes encuentran pareja. Se relacionan con el tiempo de fertilidad y concluyen, en febrero, con la fiesta de la Anata, que en aymara quiere decir juego”, puntualiza el antropólogo Milton Eyzaquirre.
Dividido entre el festejo familiar y comunitario —J\'iska Anata y J\'acha Anata— el Carnaval andino llena el campo con juegos festivos. Allí están saltando los ch\'utas y haciendo travesuras los k\'usillos.
“La ciudad es una extensión del campo, se sustenta en una lógica agrícola. La ch\'alla sólo ha cambiado de objeto, antes se agradecía la cosecha de papa; ahora, el negocio próspero. La Anata paceña, con todos sus personajes mestizos, es la clara prueba del sincretismo cultural”, asegura David Mendoza.
Ch\'utas y k\'usillos
Don Hugo, veterano ch\'uta de Siempre Corocoreños, se ofende cuando ve que los modernos bailarines hacen girar por la izquierda a las cholitas que los escoltan. “Siempre hay que hacerle dar vueltas por la derecha, es una vergüenza que no sepan”, dice.
En más de 60 años de saltar con huayños carnavaleros, Altamirano ve cambios en las comparsas ch\'uteras. “Al jubón ahora le llaman chaquetilla; ya no hacen abertura atrás en los pantalones; se están perdiendo las cintas y los cascabeles y han desaparecido los espejitos”, enumera. “Lo único que sigue es la voz del ch\'uta, aunque antes sólo hablaba aymara”.
“El personaje ch\'uta es una parodia a los españoles, dueños de haciendas; por eso los trajes que parecen de torero, las barbas de la máscara y la voz chillona”, resume Mendoza. A fines del siglo XIX, los terratenientes usaban pongos para el comercio del campo a la ciudad. Pronto éstos fueron bautizados como ch\'utas, que significa “indios paceños”. Pero sus orígenes son aún más lejanos. Dice el antropólogo Eyzaquirre: “El ch\'uta tiene inminentes raíces rurales y está relacionado con la fertilidad, pues aparece en la Anata y es conquistador y cholero”.
Hacia los años 40, camuflado entre la migración del campo a la ciudad, llegó el ch\'uta. En 1949, siendo un joven recién llegado, Hugo Altamirano fue testigo de la fundación de la primera comparsa en la zona de Chijini. “La primera comparsa ha sido Siempre Corocoreños; después los aljeres (comerciantes paceños) han hecho su grupo y bailaban en la calle Los Andes. A poco, los corocoreños se han dividido y han aparecido los Auténticos Corocoreños. Todos usaban los trajes que mi tío Juan Altamirano bordaba. Yo los traía desde Corocoro”, relata.
Como exitoso inmigrante, el ch\'uta pronto se popularizó y se hizo infaltable en los carnavales paceños. “Cada vez son más las fraternidades que bailan de ch\'utas en Carnaval y modernizan el baile contribuyendo al crisol cultural paceño”, dice Mendoza.
Aunque más lenta, la llegada del k\'usillo obedeció a los mismos móviles. El personaje del bufón andino, cuyo nombre deriva de la palabra aymara kusi (alegría), se presentó en principio como una figura traviesa dentro del baile de los waca waca. Sólo en los últimos años pudo independizarse. “Entramos en la J\'iska Anata en tropa de k\'usillos, porque es nuestro interés recuperar la figura de este saltarín”, explica Ana Verástegui Flores, miembro del ballet Cidebol y flamante Tawaco (muchacha soltera) del Carnaval paceño 2008.
“El k\'usillo, que tiene cuna rural, está relacionado con el Carnaval. Por su aspecto y sus cuernos, también se lo asemeja al diablo occidental; pero un diablo juguetón. Aparece en la Anata como otro símbolo de fertilidad, pues la nariz de su máscara simbolizaría el falo”, sostiene Milton Eyzaguirre,
“Con los años, el ch\'uta y el k\'usillo comparten protagonismo con el pepino en las entradas y fiestas citadinas. Los tres son resultado de hibridaciones y representan también la naturaleza misma del Carnaval paceño”, concluye el antropólogo Eyzaguirre.
Bordador de ch\'utas
Hace 60 años que Hugo Altamirano no vuelve al Corocoro que lo vio nacer y que mitigó su orfandad con el cariño de su tío Juan. Hace tres años, el bordador ha dejado de bailar ch\'utas, la danza con la que conoció a su esposa, también corocoreña. “A veces me acuerdo de esos carnavales y me duele el corazón... porque ya no puedo bailar”, dice el ch\'uta retirado, pero activo moreno achachi en el Gran Poder.
Su consuelo es seguir elaborando trajes de ch\'uta en su taller de la Kollasuyo. “Voy a seguir bordando”, advierte mientras, puntada a puntada, siembra pancaritas.
EL BUFÓN SALTARÍN DE LOS CAMPOS FLORIDOS
Los orígenes del kusillo se remontan a épocas precolombinas, donde el personaje representaba ya el papel del juguetón en los bailes. Era también un símbolo de fertilidad, pues su nariz representaría al falo, según los especialistas. Aunque participa en la mayoría de las fiestas tradicionales y en variadas danzas de las áreas rurales, su presencia es característica en la Anata.
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