Sátiras de la televisión, como “El Zorro”, “Hulks”, o “El Chavo”, o sátiras de la vida real, como los “exterminadores del dengue”. Ingenio de las unidades militares. Humor político, críticas mordaces a los protagonistas. Despliegue de alegría y color de los ágiles caporales, tobas y tinkus, o de las sensuales morenas o caporalas con sus diminutos pollerines. No faltaron la chacarera, la chapaqueada y las pandillas del valle.
Un año más, Cochabamba fue una síntesis del Carnaval boliviano. Unos 8 mil bailarines de 89 agrupaciones bailaron todo el día, por una ruta de cinco kilómetros enterrando el Carnaval 2009, aunque, seguros de que el Corso tiene garantizada la resurrección dentro de un año.
Una pandilla del valle inauguró el Corso de Corsos. En ella bailó el alcalde, Gonzalo Terceros. Junto a él estaban el prefecto, Jorge Ledezma, y el jefe de la Policía, Carlos Quiroga. Los bailarines sufrieron el rigor del recorrido. Al llegar al palco, sus rostros delataban el cansancio.
Los “Hulks” del CITE se impusieron en la ruta. Con su apariencia verde y bailando tinku cosecharon aplausos. Como ellos el legendario “Zorro”, bailó caporales y unas “mariquitas” cumbia.
Los reclutas del cuartel de Tolata rescataron el Carnaval del valle alto. Los danzarines bailaban coplas y exhibían la comida propia del valle, además, de la típica wuallunk’a y los ritmos nativos como los takipayanakus.
Una veintena de copleros llegó de Sucre lamentando que “Para, el Presidente no hay primera dama”. Y claro, se preguntaban “¿qué hará solito, cuando va a la cama?”.
También le recordaron a Quintana sus implicaciones con el narcotráfico y a Rada los sucesos de La Calancha. Los picaros intérpretes se robaron los aplausos del público. El mismo éxito tuvieron “los santos inocentes”, ex trabajadores prefecturales.
Los personajes que triunfan en las pantallas también se lucieron en el Corso de Corsos con alegorías de Los Padrinos Mágicos, Shreck, Guasones y Madagascar. Los soldados, volvieron a demostrar que son el alma del Corso de Corsos, con fantasías de pulpos o soldados del futuro.
Más de un espectador se bajó de las graderías para bailar con los tinkus de San Simón. Otros, imitaron a los morenos y la diablada. Al acabar el día, las lentejuelas de los caporales y las bengalas iluminaron el Corso. La entrada llegaba a su epílogo pero el entusiasmo de los bailarines estaba intacto, cuando pasaban por el palco del jurado.
Los Tobas del Rosario, cautivaron al público con su danza amazónica, matizada por luces de color. Con sus brincos y sus atuendos de plumas multicolores buscaban conseguir un premio del jurado. Como ellos el grupo de Pujllay Yuraj de la provincia Quijarro de Potosí lució su mejor atuendo, hechos de tejidos artesanales.
La fraternidad que ya bailó en ocho Corsos de la Concordia y ganó en seis ocasiones en la categoría autóctona, ayer, volvió a brillar.
Con la moreda y los músicos de la Poopó, el Corso de Corsos alcanzó su cúspide con el estruendo de sus petardos y el juego de luces que acompañó el baile de los morenos.
Un año más, Cochabamba fue una síntesis del Carnaval boliviano. Unos 8 mil bailarines de 89 agrupaciones bailaron todo el día, por una ruta de cinco kilómetros enterrando el Carnaval 2009, aunque, seguros de que el Corso tiene garantizada la resurrección dentro de un año.
Una pandilla del valle inauguró el Corso de Corsos. En ella bailó el alcalde, Gonzalo Terceros. Junto a él estaban el prefecto, Jorge Ledezma, y el jefe de la Policía, Carlos Quiroga. Los bailarines sufrieron el rigor del recorrido. Al llegar al palco, sus rostros delataban el cansancio.
Los “Hulks” del CITE se impusieron en la ruta. Con su apariencia verde y bailando tinku cosecharon aplausos. Como ellos el legendario “Zorro”, bailó caporales y unas “mariquitas” cumbia.
Los reclutas del cuartel de Tolata rescataron el Carnaval del valle alto. Los danzarines bailaban coplas y exhibían la comida propia del valle, además, de la típica wuallunk’a y los ritmos nativos como los takipayanakus.
Una veintena de copleros llegó de Sucre lamentando que “Para, el Presidente no hay primera dama”. Y claro, se preguntaban “¿qué hará solito, cuando va a la cama?”.
También le recordaron a Quintana sus implicaciones con el narcotráfico y a Rada los sucesos de La Calancha. Los picaros intérpretes se robaron los aplausos del público. El mismo éxito tuvieron “los santos inocentes”, ex trabajadores prefecturales.
Los personajes que triunfan en las pantallas también se lucieron en el Corso de Corsos con alegorías de Los Padrinos Mágicos, Shreck, Guasones y Madagascar. Los soldados, volvieron a demostrar que son el alma del Corso de Corsos, con fantasías de pulpos o soldados del futuro.
Más de un espectador se bajó de las graderías para bailar con los tinkus de San Simón. Otros, imitaron a los morenos y la diablada. Al acabar el día, las lentejuelas de los caporales y las bengalas iluminaron el Corso. La entrada llegaba a su epílogo pero el entusiasmo de los bailarines estaba intacto, cuando pasaban por el palco del jurado.
Los Tobas del Rosario, cautivaron al público con su danza amazónica, matizada por luces de color. Con sus brincos y sus atuendos de plumas multicolores buscaban conseguir un premio del jurado. Como ellos el grupo de Pujllay Yuraj de la provincia Quijarro de Potosí lució su mejor atuendo, hechos de tejidos artesanales.
La fraternidad que ya bailó en ocho Corsos de la Concordia y ganó en seis ocasiones en la categoría autóctona, ayer, volvió a brillar.
Con la moreda y los músicos de la Poopó, el Corso de Corsos alcanzó su cúspide con el estruendo de sus petardos y el juego de luces que acompañó el baile de los morenos.
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