El calor del sol que irradiaba ayer en el cielo paceño durante la Entrada del Gran Poder hizo que tanto espectadores como bailarines se refrescaran con cervezas heladas, gaseosas, jugos y helados, aunque estos últimos fueron escasos en el recorrido de la festividad. Debido a las altas temperaturas, según la Cruz Roja, alguna gente del público sufrió cefaleas (dolores de cabeza).
“Qué calor, mejor le pondré un poco de protector solar para que no se queme mi hijo”, decía Rocío, quien buscaba este producto en su cartera, mientras
veía los saltos de los caporales de los Hermanos Escalier.
Al igual que ella, muchos de los que asistieron a la fiesta tuvieron que protegerse de los rayos del sol con distintos productos, algunos se llevaron gorras, mientras que otros tuvieron que comprarlas. Sus precios fluctuaban entre tres y 25 bolivianos.
Había jóvenes que, por cinco bolivianos, colocaban al espectador o al bailarín un poco de protector solar, en el rostro y en los brazos.
Sin embargo, ni los sombreros ni los protectores fueron suficientes para eludir al sol que acechaba a la gente, lo que provocó, según el espectador José Marín, “deshidratación y mucha sed”, tanto en quienes observaban como en los danzarines.
“Cerveza llevate, caserita, a ocho bolivianos, se lo abriré”, gritaba Rosario, una niña de nueve años que recorría la calle Sagárnaga. Según ella, ya había vendido alrededor de 24 botellas hasta el mediodía.
También había adolescentes que ofrecían refrescos y jugos de toda marca y de todo precio. Esta vez, los helados estaban escasos en todo el recorrido de la Entrada, por eso niños, jóvenes y adultos lo buscaban con ansiedad.
“Heladero, heladero”, gritaba desesperada una veintena de personas que estaban asentadas en el carril de bajada de la Pérez Velasco, mientras a lo lejos se oía el sonido de los bombos.
El vendedor caminaba lentamente hacia ellos. “Cuesta 1,50 (bolivianos)”, decía y la gente ansiosa respondía: “No importa”.
Los bailarines se refrescaban con tragos de singani, whisky y cócteles y cerveza en lata, al inicio, durante el recorrido y al final de la Entrada.
Unas cuadras abajo, en la avenida Mariscal Santa Cruz, caminaban dos voluntarias de la Cruz Roja. Una de ellas, Inés Fuentes, contó que como consecuencia del calor durante la jornada se habían atendido tanto a espectadores como a bailarines con cefalea.
La comida
En todo el recorrido no faltó la comida. Predominaron la sajta de pollo, chicharrón y el pique macho. Sus precios variaban entre ocho y 15 bolivianos.
En el centro hubo vendedores ambulantes de pollo a la broaster de diversas empresas paceñas, como Pollos Copacabana, Burger King y Pin Pollo. Éstos ofrecían sus productos en cajas y con factura. Sus precios fluctuaban entre 12 y 16 bolivianos. Pese a la variedad de alimentos que había a la venta, algunas familias optaron por preparar y llevar su propia comida para degustarla mientras observaban a las comparsas.
“Es que mi familia es muy grande, somos diez adultos y cinco niños, por eso preferimos traer nuestra propia comida”, explicó María, mientras servía un asado. En los pasos habilitados para la circulación de las personas se formaron largas filas mientras pasaba una comparsa, pero luego hubo fluidez.
Datos de la fiesta
Mingitorios En el ingreso de la Entrada había uno a cada cuadra y su costo era de 0,50 bolivianos.
Un baño se habilitó en el cercanías del Transporte Aéreo Militar, en la avenida Montes.
En apuros Algunas madres de la calle Illampu tuvieron que caminar cuadras por un mingitorio.
Panfletos de distintas empresas fueron distribuidos a los espectadores.
Alumnas de la Carrera de Turismo de la UMSA hicieron encuestas a bailarines.
Hubo poco resguardo policial en el trayecto de la Entrada del Gran Poder.
Demanda En el recorrido de la Entrada hubo mucha demanda de bebidas.
A las 10.00 ya había borrachos durmiendo en el ingreso de la Entrada folklórica.
“Qué calor, mejor le pondré un poco de protector solar para que no se queme mi hijo”, decía Rocío, quien buscaba este producto en su cartera, mientras
veía los saltos de los caporales de los Hermanos Escalier.
Al igual que ella, muchos de los que asistieron a la fiesta tuvieron que protegerse de los rayos del sol con distintos productos, algunos se llevaron gorras, mientras que otros tuvieron que comprarlas. Sus precios fluctuaban entre tres y 25 bolivianos.
Había jóvenes que, por cinco bolivianos, colocaban al espectador o al bailarín un poco de protector solar, en el rostro y en los brazos.
Sin embargo, ni los sombreros ni los protectores fueron suficientes para eludir al sol que acechaba a la gente, lo que provocó, según el espectador José Marín, “deshidratación y mucha sed”, tanto en quienes observaban como en los danzarines.
“Cerveza llevate, caserita, a ocho bolivianos, se lo abriré”, gritaba Rosario, una niña de nueve años que recorría la calle Sagárnaga. Según ella, ya había vendido alrededor de 24 botellas hasta el mediodía.
También había adolescentes que ofrecían refrescos y jugos de toda marca y de todo precio. Esta vez, los helados estaban escasos en todo el recorrido de la Entrada, por eso niños, jóvenes y adultos lo buscaban con ansiedad.
“Heladero, heladero”, gritaba desesperada una veintena de personas que estaban asentadas en el carril de bajada de la Pérez Velasco, mientras a lo lejos se oía el sonido de los bombos.
El vendedor caminaba lentamente hacia ellos. “Cuesta 1,50 (bolivianos)”, decía y la gente ansiosa respondía: “No importa”.
Los bailarines se refrescaban con tragos de singani, whisky y cócteles y cerveza en lata, al inicio, durante el recorrido y al final de la Entrada.
Unas cuadras abajo, en la avenida Mariscal Santa Cruz, caminaban dos voluntarias de la Cruz Roja. Una de ellas, Inés Fuentes, contó que como consecuencia del calor durante la jornada se habían atendido tanto a espectadores como a bailarines con cefalea.
La comida
En todo el recorrido no faltó la comida. Predominaron la sajta de pollo, chicharrón y el pique macho. Sus precios variaban entre ocho y 15 bolivianos.
En el centro hubo vendedores ambulantes de pollo a la broaster de diversas empresas paceñas, como Pollos Copacabana, Burger King y Pin Pollo. Éstos ofrecían sus productos en cajas y con factura. Sus precios fluctuaban entre 12 y 16 bolivianos. Pese a la variedad de alimentos que había a la venta, algunas familias optaron por preparar y llevar su propia comida para degustarla mientras observaban a las comparsas.
“Es que mi familia es muy grande, somos diez adultos y cinco niños, por eso preferimos traer nuestra propia comida”, explicó María, mientras servía un asado. En los pasos habilitados para la circulación de las personas se formaron largas filas mientras pasaba una comparsa, pero luego hubo fluidez.
Datos de la fiesta
Mingitorios En el ingreso de la Entrada había uno a cada cuadra y su costo era de 0,50 bolivianos.
Un baño se habilitó en el cercanías del Transporte Aéreo Militar, en la avenida Montes.
En apuros Algunas madres de la calle Illampu tuvieron que caminar cuadras por un mingitorio.
Panfletos de distintas empresas fueron distribuidos a los espectadores.
Alumnas de la Carrera de Turismo de la UMSA hicieron encuestas a bailarines.
Hubo poco resguardo policial en el trayecto de la Entrada del Gran Poder.
Demanda En el recorrido de la Entrada hubo mucha demanda de bebidas.
A las 10.00 ya había borrachos durmiendo en el ingreso de la Entrada folklórica.
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