A la altura de la zona del Cementerio General, en La Paz, hay una plaza de ficción. Un personaje de novela y de cine de los años 50, Ben Hur, ha inspirado allí el nombre de una plaza. Quien no lo sabe, se entera apenas se acerca para comenzar, junto a los bailarines del Gran Poder, el desfile de folklore que, pese a que es un ensayo, parece la fiesta misma.
Ayer, a las 8.30, las fraternidades que el próximo sábado participarán de la mayor fiesta andina, comenzaron a bajar al ritmo de morenadas y otros ritmos con los que llenaron los alrededores de las calles Tumusla y Gallardo. Luego subieron hasta la plaza Marcelo Quiroga Santa Cruz y siguieron su descenso por las vías del oeste paceño.
La gente se apostó en las aceras, con sillas que sacaron de sus viviendas. Las fraternidades, mientras esperaban su turno de ingreso, comieron y bebieron en las esquinas de la plaza con nombre de príncipe judío.
Los estudiantes de secundaria del colegio Germán Busch marcaron su presencia con una banda de música.
Los fraternos lucieron, en algunos grupos, vestuario de rigor, que es el que estrenaron en la entrada del año pasado. Otros se colocaron sólo algunos detalles. Todos bailaron con entusiasmo.
Hubo abundante cerveza en la ruta, pero el control fue riguroso hasta el mediodía, según constató este medio. Delegados de la Asociación de Conjuntos Folklóricos del Gran Poder se acercaban a quienes bailaban mal para saber si estaban ebrios. No siempre fue ése el caso; en fin, cosa de talento.
En las puertas del templo, en la calle Gallardo, la imagen de Cristo atrajo a todos los bailarines, por turno, quienes oraron y le confiaron: “Es mi último año, Señor...”. “Es mi primera vez...”. Ben Hur, si existiese, estaría contento de ver las muestras de devoción ante el Mesías.
Ayer, a las 8.30, las fraternidades que el próximo sábado participarán de la mayor fiesta andina, comenzaron a bajar al ritmo de morenadas y otros ritmos con los que llenaron los alrededores de las calles Tumusla y Gallardo. Luego subieron hasta la plaza Marcelo Quiroga Santa Cruz y siguieron su descenso por las vías del oeste paceño.
La gente se apostó en las aceras, con sillas que sacaron de sus viviendas. Las fraternidades, mientras esperaban su turno de ingreso, comieron y bebieron en las esquinas de la plaza con nombre de príncipe judío.
Los estudiantes de secundaria del colegio Germán Busch marcaron su presencia con una banda de música.
Los fraternos lucieron, en algunos grupos, vestuario de rigor, que es el que estrenaron en la entrada del año pasado. Otros se colocaron sólo algunos detalles. Todos bailaron con entusiasmo.
Hubo abundante cerveza en la ruta, pero el control fue riguroso hasta el mediodía, según constató este medio. Delegados de la Asociación de Conjuntos Folklóricos del Gran Poder se acercaban a quienes bailaban mal para saber si estaban ebrios. No siempre fue ése el caso; en fin, cosa de talento.
En las puertas del templo, en la calle Gallardo, la imagen de Cristo atrajo a todos los bailarines, por turno, quienes oraron y le confiaron: “Es mi último año, Señor...”. “Es mi primera vez...”. Ben Hur, si existiese, estaría contento de ver las muestras de devoción ante el Mesías.
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