Ha llegado el día … los nervios atrapan a los debutantes, y la emoción, a los experimentados. Desde anoche, los danzantes están concentrados para la entrada. Mientras tanto, el área de la zona del Cementerio bulle, vive y siente el ritmo frenético y contagioso, soltado por tubas, trompetas, trombones y bombos… El Gran Poder ha llegado a su punto más alto.
Si así se vive en las calles, en casa, la emoción se multiplica, pues las paredes son testigos de la transformación de personas comunes en los personajes de la fiesta. Entre conversaciones, risas y coquetería, el hombre y la mujer encarnan a los iconos del folklore boliviano. Aquellos que horas más tarde concentrarán los flashes de las cámaras fotográficas de familiares, curiosos, reporteros gráficos o turistas.
Así, la fiesta es también íntima, y hacia afuera, dinámica, multicolor y transformadora.
Así lo pudo apreciar el fotógrafo Luis Fernández, con cuyo talento se pudo captar la transformación de dos “civiles” en dos personajes de la morenada.
Gladys Lecoña, una ingeniera industrial de 27 años, y Erick Quisberth, de 22, mostraron la intimidad de un moreno. La de la joven que se convierte en una cholita, una de las más bonitas de su fraternidad; como la del varón que se viste de barrilito para ser uno más de la tropa de la Señorial Illimani.
Últimamente, Gladys demora hasta 45 minutos para transformarse en cholita. Y Erick, hasta 20. Ella sabe que debe cuidar todos los detalles, el nivel del fusto, el de las enaguas o el colocado del sombrero; mientras que él debe asegurarse de que el traje esté bien afirmado para el largo trajín.
“El ver transformarse a nuestros personajes en iconos de nuestro folklore es una sensación muy emotiva; debo reconocer que la primera vez que sonaron la matraca, me estremecí totalmente, era como si un gatillo disparara todo este acerbo de recuerdos y sensaciones que los bailes y la música nos traen”, afirma Luis Fernández, el autor de la presente gráfica que La Prensa presenta a sus lectores.
Si así se vive en las calles, en casa, la emoción se multiplica, pues las paredes son testigos de la transformación de personas comunes en los personajes de la fiesta. Entre conversaciones, risas y coquetería, el hombre y la mujer encarnan a los iconos del folklore boliviano. Aquellos que horas más tarde concentrarán los flashes de las cámaras fotográficas de familiares, curiosos, reporteros gráficos o turistas.
Así, la fiesta es también íntima, y hacia afuera, dinámica, multicolor y transformadora.
Así lo pudo apreciar el fotógrafo Luis Fernández, con cuyo talento se pudo captar la transformación de dos “civiles” en dos personajes de la morenada.
Gladys Lecoña, una ingeniera industrial de 27 años, y Erick Quisberth, de 22, mostraron la intimidad de un moreno. La de la joven que se convierte en una cholita, una de las más bonitas de su fraternidad; como la del varón que se viste de barrilito para ser uno más de la tropa de la Señorial Illimani.
Últimamente, Gladys demora hasta 45 minutos para transformarse en cholita. Y Erick, hasta 20. Ella sabe que debe cuidar todos los detalles, el nivel del fusto, el de las enaguas o el colocado del sombrero; mientras que él debe asegurarse de que el traje esté bien afirmado para el largo trajín.
“El ver transformarse a nuestros personajes en iconos de nuestro folklore es una sensación muy emotiva; debo reconocer que la primera vez que sonaron la matraca, me estremecí totalmente, era como si un gatillo disparara todo este acerbo de recuerdos y sensaciones que los bailes y la música nos traen”, afirma Luis Fernández, el autor de la presente gráfica que La Prensa presenta a sus lectores.
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