El último encuentro de tinku acabó con la vida de dos personas, en Pocoata, en el norte de Potosí. Cada año, este ritual tiene un saldo trágico y las muertes quedan en el olvido. No hay castigo para los “supuestos” culpables y la Policía sólo se encarga de poner orden. Se trata de una costumbre que baila entre la tradición y la ley.
Vestidos de héroes, con el chaleco gastado, las abarcas sucias y las monteras inservibles, dos hombres cayeron en la última batalla de t’inku, en Pocoata. Allí, cada 3 de mayo se reedita el “encuentro” donde los ayllus cobran viejos odios y la muerte se hace un espacio entre los acordes de los charangos con tres cuerdas.
Wañuksja es la palabra quechua que en castellano significa “en el t’inku ha muerto”. Este vocablo sirve para echar tierra sobre la tumba de los caídos. “Nadie reclama, nadie dice nada, nadie se queja… hay que esperar hasta el siguiente encuentro para tomar venganza”, explica el alcalde de Pocoata, Wilson López. Después aclara: “Por si acaso, yo nunca he participado en el t’inku, sólo he ido como un observador más”.
Tres jornadas después de los decesos, ninguna persona acudió hasta las autoridades de Pocoata para sentar alguna denuncia. Es más, los munícipes no conocen la identidad de los fallecidos y prácticamente reina un silencio tras su muerte.
No es la primera vez que sucede. Siempre que alguien fallece después de la fiesta de la Cruz (cada 3 de mayo) la gente sigue su vida como si nada hubiera pasado. O, como dice el Alcalde pocoateño, “estamos acostumbrados al t’inku, tanto que los niños pelean casi desde que cumplen los tres años”.
Para el ex defensor del Pueblo Waldo Albarracín existe una incongruencia entre las muertes del t’inku y la Constitución Política del Estado. “Nosotros como defensores de los derechos humanos y de la paz debemos entender que estos actos y prácticas culturales están enmarcados en una ley mayor de derechos universales; uno de éstos es, por ejemplo, el respeto por la vida”.
Para sustentar sus palabras, Albarracín, abogado de profesión, refiere los artículos 8 y 10 de la Carta Magna. En el primer punto, el Estado promueve como uno de sus principios ético-morales de la sociedad plural, el suma qamaña (vivir bien) y el ñandereko (vida armoniosa). Así, las muertes debido al t’inku son contrarias a esta legislación.
En el artículo 10, la Constitución establece: “Bolivia es un Estado pacifista, que promueve la cultura de la paz y el derecho a la paz, así como la cooperación entre los pueblos de la región y del mundo...”.
Albarracín se opone a toda manifestación de violencia contra las personas. “No estoy de acuerdo con los circos romanos y creo que el Estado debería intervenir en el t’inku para evitar que se pierdan más vidas en el futuro”.
La investigadora y antropóloga orureña Ángela Lara Delgado pasó más de un lustro analizando al t’inku y algunas formas de violencia alrededor del ritual. Según ella, se debe comprender al fenómeno desde el punto de vista cultural, pero sin dejar al margen la violencia.
Dice que los turistas “especialmente extranjeros” están “ávidos de presenciar espectáculos de violencia extrema con sus cámaras y reporteras instando a los encuentros masivos. Y, los policías con garrotes y sus gases lacrimógenos ahuyentan principalmente a la gente espectadora, y no así a los comunarios”.
Ella acudió varias veces hasta la agreste zona y comenta que es “impropio hablar de ‘asesinato u homicidio’ porque son términos jurídicos que no guardan relación con la manifestación cultural propia de los comunarios que realizan su fiesta de la Cruz”.
Después de la celebración, explica el alcalde López, los policías no investigan los decesos y tampoco actúan de oficio por temor a las represalias. Sólo el día de la pelea hacen respetar las reglas del t’inku y actúan como “árbitros”.
Tampoco, según la investigadora Lara, la justicia comunitaria va detrás de los supuestos homicidas; sino que todo acaba con una palabra: wañuksja.
O, como dice el pocoateño, Andrés Gómez... “los espartanos pocoateños se van hasta el próximo T’inku, donde la muerte no es el fin, sino el resultado accidental del riesgo y el exceso”.
Un ritual de fertilidad
Según la investigadora Ángela Lara Delgado, el t’inku “es un ritual de fertilidad, asimismo, un tiempo/espacio de catarsis para la posterior tranquilidad o quietud... Antropológicamente, considero importante conocer que la palabra t’inku denota un encuentro entre partes, en realidad es ‘la fiesta del T’inku’ que tiene su inicio en las comunidades aledañas al pueblo de Macha (norte de Potosí), una semana antes del 3 de mayo, con varios actos festivo-rituales a cumplir; por ejemplo, subir al calvario y vestir a la cruz.
Andrés GómezVela
¡Jwuuaaaaa, pi nokjawuan! (quién contra mí)
Pjuritu pjuritu pjuritu, montera pjuritu, kaypi tomasayku, pocoatas pjuritu” (plumita, plumita, plumita de mi montera, aquí estamos puro de Pocoata). Es el primer verso que escuché cantar a mi abuelo Manuel Vela Gareca con su charango de cuerdas de acero afinado en “quimsa temple” y echar un grito onomatopéyico de mugido de toro: Jwuaaaa, pitaj nokjajina, pitaj nokjawuan (quién como yo, quién contra mí) para llamar y desafíar a sus posibles rivales.
Comienza el t’inku de Viernes Santo, los teloneros de la noche son los ovejeros (niños pastores de entre seis a 10 años). Una mano me empuja al ruedo, era de mi abuelo; ya estaba en cancha y tenía al frente a otro niño de mi misma categoría: “el Guarayo” (lo llamábamos así). Cerré los ojos, apreté dientes y puños y mis brazos comenzaron a moverse como aspas de molino en sentido horizontal. Sentí golpes en la cara, en el pecho, sangre en la nariz y lágrimas en los ojos. No sé cómo quedó “el Guarayo”. Salí de la cancha y me quejé llorando a mi abuelo: “Shusssta, kjari kanki, ama wuakjachu (eres hombre, no llores). Unas breves instrucciones de boxeo y me volvió a meter a la cancha tras echarme un poco de tierra en la nariz para que deje de fluir la sangre. En ese momento algo pasó, pero se me fue el miedo, se secaron las lágrimas y una energía de fuerza se apoderó de mi ser. Acabé mejor parado y eché un mugido de toro.
Entre la adolescencia y la juventud, edad plena de majtas (jóvenes vitales), en mi pueblo había tres condiciones que habilitaban a un hombre: entrar al t’inku, saber tocar charango y haber ido al cuartel.
Andrés Gómez Vela
es director de radio Erbol.
El patrimonio macheño
El 2006, el pueblo de San Pedro de Macha fue declarado “Patrimonio Cultural de Bolivia”. Tres años después, los últimos días del 2009, el Ministerio de Culturas elaboró un formulario para nominar al t’inku como Patrimonio Cultural de la Humanidad ante la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco). La propuesta, según la unidad de comunicación del ministerio, no prosperó.
T’inku, el “encuentro”
La palabra t’inku es de origen quechua y significa encuentro. Según la antropóloga Ángela Lara Delgado, “denota un encuentro entre partes como lo describe más ampliamente Ludovico Bertonio (cronista 1612) en realidad es ‘la fiesta del T’inku’ que tiene su inicio en las comunidades cercanas a Macha. En 1985, el director Juan Miranda hizo una película con este nombre; el filme narra el retorno de un oriundo potosino a su tierra de origen.
T’inkus mallkus de Arica
El baile del t’inku también es considerado como si fuera de Chile; especialmente de la región norte del vecino país. Existe una página de Facebook titulada T’inkus Mallkus de Arica Chile; en la que hay fotos de la danza ejecutada por los extranjeros. A comienzos de año también se informó que Chile hacía publicidad de su carnaval usando el baile del norte de Potosí como si fuera del vecino país. Esto, según Erbol, sucedió en Arica.
El ‘encuentro’ de mujeres
En el pasado, el t’inku era exclusivo de los varones. Es más, tal y como cuenta el pocoateño Andrés Gómez, los varones demostraban su hombría en este ritual y todos los comunarios debían salir al ruedo. Las mujeres admiraban a los hombres que peleaban a puño limpio en las calles del norte de Potosí; sin embargo, en la actualidad hay mujeres que también se dedican a esta pelea. En la fiesta de la Cruz es común verlas enfrentándose.
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