Una de las festividades folklóricas más grandes del país, como es la fastuosa entrada del Señor Jesús del Gran Poder en la ciudad de La Paz, tiene sus indicios en la época de la Colonia, donde apareció un Cristo con tres rostros cuya imagen, en un momento dado, fue rechazada.
El antropólogo Edgar Arandia y Director del Museo Nacional de Arte recapitula el proceso que ha tenido esta festividad y mira esta tradición como una expresión simbólica.
“En el Museo Nacional de Arte estamos rescatando cómo a partir de una figura sacra de tres imágenes se desata una expresión simbólica estética que la convierte en la máxima fiesta popular artística de Bolivia junto con el Carnaval de Oruro. Más que la historia, a partir de esa imagen sacra se generó una serie de expresiones artísticas que ha invadido el país, la ciudad de La Paz y que la cultura oficial nunca la tomó en cuenta como tal”.
Arandia afirma que en la época de la colonia ya se hablaba de la imagen del Señor Jesús del Gran Poder. En 1648, el monseñor Antonio de Castro y Castillo había ordenado la creación de un convento de monjas concepcionistas de la Virgen María y en 1673, se fundó otro convento en la calle Sanjinés en La Paz. En estos dos sitios se practicaba el culto a la imagen de res cabezas.
Una vez que desapareció este último convento, el lienzo deambuló por varios años por la ciudad de La Paz. Unas hermanas de nombre Josefa, Petrona, Mica, Irene y María, recibieron la imagen en 1904.
Autoridades eclesiásticas declararon a la imagen contra el rito religioso por decisión del Concilio de Trento, observaron que el Cristo tuviera tres cabezas “como si fuera un monstruo”.
El retrato llegó a la casa de la familia Miranda en la calle Juan de la Riva, después pasó a la familia Ruiz en la calle Mercado, y a otras personas en la calle Figueroa. Entonces, apareció un obispo de apellido Sheifer que contrató a dos pintores para que el Cristo quede con un solo rostro.
Posterior a eso, la pintura llegó a la zona Chijini donde fue aceptada y recibida por los habitantes, quienes eran emigrantes del área rural, y decidieron rendirle culto.
En el proceso de evangelización se pretendió que los indígenas entendieran que ese Cristo era un Dios trino, Padre, hijo y Espíritu Santo. Sin embargo, interpretaron las cabezas como el Alaxpacha (el mundo de arriba), Akapacha (parte de este mundo) y Manqhapacha (el mundo de abajo).
“Hasta esa época –explica Arandia- decían que la cabeza derecha era para pedir por los familiares, la cabeza del centro era para pedir por uno mismo, y la izquierda para que cuide de los enemigos y los castigue”.
Los emigrantes expresaron su devoción a la imagen con música, danza y vestimenta, y esta tradición invadió todo Chijini.
A medida que el barrio cundió de gente adinerada (comerciantes), la festividad fue mejorada con la participación de danzas folklóricas. En la dictadura de Hugo Banzer, la fiesta se extendió a otras zonas, y en la época de la democracia avanzó hasta el estadio Hernando Siles
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