Dividido entre el festejo familiar y comunitario, jirk’a Anata y jach’a Anta, el Carnaval andino llena el campo con juegos festivos y allí brincando ingresan los ch’utas haciendo travesuras.
En cada Carnaval, los trajes de ch’utas se comienzan a amontonar para la celebración de esta fiesta y los sembradíos comienzan a tomar el tradicional color verde llenando de flores multicolores los extensos campos. “Por eso se baila y se ch’alla en la fiesta de la Jach’a Anata”, dice el antropólogo David Mendoza.
“La Anata paceña, con todos sus personajes mestizos es la clara prueba del sincretismo cultural”, asegura Mendoza “(...) y la ciudad es una extensión del campo que se sustenta en una lógica agrícola. La ch’alla sólo ha cambiado de objeto antes se agradecía la cosecha de papa; ahora se ch’alla el negocio próspero”.
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