6 de marzo de 2011

Las magníficas cholas del Carnaval de La Paz

Este año, la aparición de los “Jaira compadres y sus magníficas ork’ochis”, nombre de los organizadores de la “Comparsa más bullanguera, de siempre y para siempre ch’utas y pepinos fanáticos de La Paz” en la gestión 2011, da un mayor realce a las ya glamorosas cholas del carnaval paceño, convertidas desde hace casi tres décadas en protagonistas de esta fiesta junto con los pepinos y ch’utas. En efecto, estos tres personajes, después de un largo proceso de transformaciones de la fiesta se han constituido en las figuras oficiales del carnaval paceño tradicional.

El ascenso social de los pepinos y ch’utas, viejos y queridos personajes paceños, y la ocupación del espacio antes dominado por las elites de la ciudad han merecido numerosos trabajos. Hasta ahora no se le ha dado la misma relevancia a la parte femenina de la fiesta carnavalera. Pero este aspecto ya ha sido estudiado especialmente por Cleverth Cárdenas en “El poder de las polleras” en el libro Gran Poder: la Morenada (UMSA 2009).

Con relación al tema es indispensable referirse al complejo y discutido proceso de mestizaje desde el período colonial, cuando en una sociedad altamente dividida entre una República de españoles y otra de indios, empezó a emerger, en el siglo XVIII, un tercer estrato de imparable crecimiento bajo la denominación de mestizos y cholos. Del tema se han ocupado numerosos autores. Lo sobresaliente de este proceso es que las mujeres, específicamente en la ciudad de La Paz, llevaron la “identidad chola” con gran orgullo representado en la adopción de las polleras como signo de pertenencia y diferenciación de las mujeres de otros sectores.

Discriminación

Es conocida la discriminación que sufrieron los sectores de la clase media para abajo, denominados mestizos, durante la República, ejemplo de ello, es el discurso racista de Alcides Arguedas, seguido por la mayor parte de los intelectuales. Incluso después de las transformaciones de 1952, las identidades indígena y chola siguieron capturadas por las políticas de “nacionalización”.

Sin embargo, en las últimas décadas, las transformaciones de la sociedad en el ámbito económico, las migraciones y las distintas políticas estatales han cambiado la estructura de la sociedad de La Paz. La llamada “burguesía aymara” y otros sectores populares han crecido. Las mujeres han sido quienes han llevado en gran medida la dirección de los negocios domésticos, más allá de la venta de productos alimenticios en los mercados de la ciudad, actividad en la que se especializaron desde tiempos coloniales.

Así pues, en el marco de la historia y la economía, las mujeres mestizas-cholas han llegado a ser las protagonistas principales de las grandes fiestas de la ciudad de La Paz, tanto por las transformaciones económicas mencionadas como por razones específicas de la organización interna de las comparsas, como dice un carnavalero de importante trayectoria, Javier Escalier:

“El varón en tiempo de carnaval, siempre ha dejado que sea la mujer quien se haga cargo del manejo económico para esta fiesta, desde la compra de la comida e insumos para la ch’alla, hasta hoy en día el control de los gastos que se realizan durante estas fiestas. Su incursión en el carnaval es verdaderamente importante, incluso la organización de una comparsa es supervisada por la economista del hogar”.

Organización

A estas tradiciones se ha añadido un hecho fundamental: la organización de la Asociación de Conjuntos Folklóricos del Carnaval de La Paz que ha reunido a partir de finales de la década de los 80 a pepinos y ch’utas en una sola organización.

Ellos, tradicionalmente acompañados por sus esposas o compañeras, han cambiado totalmente la antigua concepción del solitario pepino.

Como en buena parte de las sociedades del mundo, el capital económico del hombre o de la familia es ostentado en el cuerpo de la esposa, con gran lucimiento de trajes de alta confección en el estilo propio, telas adquiridas en el comercio internacional, joyería y complementos del vestuario especialmente confeccionados para cada ocasión, alcanzado una verdadera estética contemporánea de la chola paceña y un creciente rubro económico.

El gracioso nombre que da inicio a esta nota, “Los jaira compadres y sus magníficas ork’ochis” tiene que ver con el sentido del humor y de mofa que es característico en la nominación de las comparsas del carnaval, pero también hace alusión a las curvilíneas modelos de Pablo Manzoni, que probablemente no llegarán a conocer las labores del hogar. Ése es el matiz de estas “otras “magnificas” que supuestamente no conocen lo secretos culinarios, tema importante en el período del noviazgo, y se encuentran en la ola de la globalización mundial con sus propios parámetros estéticos e imaginarios. Como ocurre con frecuencia, las fiestas populares son el espacio para la ruptura de las normas y restricciones, cuando hombres y mujeres expresan sus expectativas y anhelos más allá de la dura cotidianeidad. Pero las fiestas tienen también una función transformadora de la realidad.

El traje de chola se ha revalorizado en las últimas dos décadas de una manera sobresaliente, concentrando en sí no solamente un significado de valor económico sino también de identidad asumida. Pero más que el traje, se ha puesto en valor la portadora del mismo, la chola. Por ello, algunas señoras carnavaleras consultadas encuentran natural el nuevo protagonismo de las mujeres en la principal fiesta paceña, coherente con el espacio que siempre tuvieron en el manejo de los asuntos del hogar y con el creciente papel que ostentan en los negocios y la vida social.

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