En el carnaval, fiesta de alegría desenfrenada, donde el exceso no sólo está permitido sino que es la norma, la máscara se presenta como el medio para ocultar el rostro, convirtiéndose en licencia de trasgresión y regocijo sin límite.
A principios del siglo XIX, el carnaval paceño era celebrado por criollos y mestizos que salían a las calles para jugar con harina, polvo de arroz perfumado, ruedas de cholos y cholitas que bailaban al son de guitarras, entre valses y cuadrillas, y al compás de la caja y el tradicional pinquillo.
Para fines del siglo XIX, influenciados por el carnaval europeo, los disfraces y las máscaras se presentan como la nueva tradición.
La belleza de las máscaras del carnaval paceño está reconocida a nivel mundial. Construidas con un esmerado cuidado en cada detalle es el arte que durante ocho décadas conservan y transmiten los maestros mascareros.
Mascareros paceños
A lo largo de la calle Los Andes, los artesanos mascareros más reconocidos de La Paz trabajan todo el año moldeando los materiales que darán forma a las hermosísimas máscaras que acompañarán a las danzas del carnaval y demás fiestas tradicionales.
Andrés Pari Patana, mascarero desde hace 20 años, trabaja durante varias semanas, día y noche, en su taller fabricando las máscaras, tanto para la entrada de Oruro como para La Paz. “Yo hago todas las máscaras, de morenos, caporales, diablos, lo que me encarguen”, dice el maestro.
Mientras, su martillo sigue golpeando la hojalata que formará el rostro del “achachi”, Pari comenta que “ya nadie quiere en propiedad las máscaras, se alquilan o reparan. Sólo en Oruro las quieren en propiedad”.
Pese a la baja en la demanda de máscaras nuevas, Pari admite que para la época de carnaval sus clientes aumentan. “En este mes puedo llegar a hacer 50 máscaras”, dice con algo de optimismo.
Al lado de su anafe encendido y mientras suelda las piezas del rostro del achachi, Pari explica el proceso de elaboración de las máscaras, cuyo principal material es la hojalata de las latas de alcohol.
Este material se aplana y luego, bajo un molde, se recorta hasta lograr la forma deseada. Esta lámina se coloca sobre el choco (tronco grueso con pequeños agujeros) y comienza a martillarse dando forma a las piezas del rostro, pómulos, mandíbula, frente, etc. Para todas estas formas se usan diferentes martillos. Después se sueldan todas las piezas.
Saturnino Ibáñez, que trabaja en la fabricación de máscaras desde los doce años y que cuenta con 40 años de experiencia, explica que después la máscara es llevada al “niquelador”, artesano que la reviste de una capa de níquel (plateado) o de cromo (dorado).
Existen otras máscaras que son pintadas. En ese caso, los mismos mascareros las pintan con soplete y pinturas al aceite, dándoles los retoques con pincel.
Las barbas que adornan las máscaras son fabricadas con colas de ganado. Las compran teñidas de artesanos especializados en confeccionarlas, que a su vez las adquieren de los mataderos. Las lentejuelas y las perlas son el último toque.
“La más complicada de hacer es la de diablo, se tarda diez días. En cambio, la máscara más sencilla es la de caporal que toma un día”, dice Ibáñez.
Luego del carnaval Pari tendrá un pequeño descanso, pero su labor y la de todos los maestros mascareros se reanudará el 3 de mayo cuando empiezan las fiestas tanto en la ciudad como en el campo.
Otros materiales
Las técnicas utilizadas por los mascareros han evolucionado del yeso, pasando a la arcilla roja, al pan de oro, el cuero, los tejidos de lana, metal, hasta la hojalata y actualmente la fibra de vidrio o el acrílico. Por ejemplo, las máscaras de los tobas son fabricadas exclusivamente de fibra de vidrio.
Eustabio Pantoja especializado en este tipo de máscaras explica que la fibra de vidrio es muy popular para confeccionar máscaras porque el material permite una confección más rápida y práctica.
“Es muy importante usar protección contra los químicos que conlleva esta técnica”, advierte.
El uso cada vez más frecuente de este material podría hacer peligrar a la larga la confección tradicional de máscaras de hojalata.
La máscara del ch’uta, explica la artesana mascarera Filomena Rodríguez, está hecha de alambre milimetrado prensado en moldes de cobre y bronce. Después las mejillas se pintan de color rosado y los ojos de celeste.
Existen otros personajes del carnaval, como el kusillo, el pepino y el llamero, cuyas máscaras son realizadas de paños.
Todas están listas para esconder la identidad y dar rienda suelta a la alegría y color.
De las danzas y sus máscaras
# Diablo La danza del diablo se origina en las minas de Potosí y Oruro y gira alrededor de las las plagas (lagartos, sapos, serpientes y hormigas) con las que el dios de la mitología uru castigó a esta población por adorar a otro dios.
# Historia Las coloridas y desafiantes máscaras de la diablada comenzaron a fabricarse en los años 30 en el pueblo de Paria (Oruro), aunque al principio sólo representaban a los ancianos (achachis) de la comunidad.
# Tío Los mineros solicitaron luego máscaras para representar al tío de la mina (deidad del subsuelo) y con el tiempo se incluyeron elementos del mito de Wari en la misma careta.
# China supay Forma parte de la diablada y representa a la amante del demonio.
# Moreno Esta danza se inspira en los sufrimientos de los esclavos africanos que trabajaban en las minas de Potosí. Las matracas utilizadas en esta danza se asocian al ruido de las cadenas de estos esclavos.
# Waphuri Forma parte de la danza de la kullawada y representa a los hilanderos.
# Pepino El origen de este personaje es el bufón o pierrot de la comedia del arte europeo.
# Chunchu Pertenece a la danza de los tobas que representa a los pueblos selvícolas del norte de La Paz.
# Achachi Baila en la morenada y representa al capataz español durante la época de la Colonia.
# Llamero De la danza de la llamerada, representa al pastor de las largas caravanas de llamas.
# Jukumari Dentro de la danza andina rural, es el personaje que aterroriza a las poblaciones porque se cree que rapta a las jóvenes.
# Ch’uta Esta danza data del siglo XIX y tiene que ver con los asentamientos de emigrantes europeos en las minas de cobre. Los trajes de los ch’utas serían una imitación burlona de la vestimenta de los empresarios mineros.
# Kusillo El kusillo es el bufón nativo, imitación del arlequín español. Su baile expresa la naturaleza de este personaje. Su estilo desenfadado y su gran movilidad lo llevan a ejecutar su danza sin seguir una coreografía determinada, recurriendo permanentemente a la improvisación.
Fuente: Exposición de fotografías y máscaras tradicionales del Carnaval del Museo Costumbrista
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