Las comunidades de Colquencha celebraron una gran fiesta para festejar los nuevos proyectos productivos que se han implementado en su municipio.
Raimundo Chirinos se fue a trabajar desde joven a Curahuara, en Oruro, porque en su comunidad, Centro Machacamarca de La Paz, no podía encontrar el sustento suficiente para su esposa y sus cuatro hijas. Recientemente ha vuelto al hogar, con su familia, porque ya no necesita buscar sustento lejos. Hace dos años, el municipio paceño de Colquencha, al que pertenece el Centro Machacamarca, solicitó ayuda y asesoramiento a las ONG Sartawi Sayariy y Soluciones Prácticas para que les ayudaran a salir adelante. Éstas se pusieron en contacto con la Comunidad Europea, que ha respondido con 500.000 euros para cuatro años —desde el 2009 hasta el 2012.
Ahora, 800 familias pertenecientes a los cinco cantones del municipio de Colquencha —Machacamarca, Santiago de Llallagua, Colquencha, Marquiviri y Micaya— se ven beneficiadas de la introducción de nuevos sistemas de trabajo en sus comunidades.
El 6 de abril organizaron una fiesta en este municipio de la provincia paceña Aroma para celebrar la nueva bonanza de la comuna, con la participación de las dos ONG y del embajador de la Comunidad Europea, el escocés Kenny Bell. “Para mí es siempre una honra y un privilegio salir de los despachos de La Paz y ver un poco la realidad del país. Y mucho mejor cuando se ve el impacto de uno de nuestros proyectos, de nuestras donaciones aquí en el campo y compartir una buena fiesta con el cantón Machacamarca, que han hecho un esfuerzo especial con todo lo que están haciendo en la parte productiva, y lo que aún tienen por hacer, que es bastante. Agrada mucho que las contribuciones de la Unión Europea puedan tener tal impacto”, explicó tras el agasajo.
Todos los comunarios se vistieron con sus mejores galas y decenas de tarqas resonaron al unísono con alegres melodías.
Mientras, las mujeres, al más puro estilo de la región, con sus llamativos t’isnos (sombreros) de colores daban vueltas al son de la música. Fue un día para celebrar que se les entregasen las obras que se han llevado a cabo en las comunidades.
Amalia Posto es la esposa de Raimundo, y ha participado desde el primer momento en el proyecto Fortalecimiento de los Medios de Vida Sostenible de las Familias Campesinas de Colquencha, junto con sus cuatro hijas que estuvieron con ella:
“Antes no sabíamos cómo trabajar la tierra, pero ahora sabemos plantar varios tipos de hortalizas, además sé cómo hacer la inseminación artificial a una vaca para mejorar la raza criolla que sólo nos daba litro y medio de leche por día”. Después de un año preparándose y mejorando sus conocimientos, Amalia es una promotora de su comunidad y se ha convertido en maestra y ejemplo para las demás familias.
Amalia y Raimundo han abierto las puertas de su casa —figuradas, porque no hay candados en este lugar que parece no tener preocupaciones que quitan el sueño a los urbanistas—. Van a mostrar las mejoras que han implementado en su hacienda. Paso a paso enseñan el huerto con las zanahorias, las cebollas y las habas. Mientras tanto, las hijas mayores, Lourdes (16) y Viviana (14), están jugando con la bomba de agua que hay en el patio, para deleite de las personalidades que han ido a verles.
“El Gobierno Municipal y las organizaciones comunales hace años que nos solicitan entrar a trabajar con la Fundación Sartawi Sayariy; sin embargo, no podíamos porque no contábamos con el financiamiento suficiente. Ellos exigían trabajar aquí en su zona y nosotros estábamos produciendo, con acciones integrales, en el municipio aledaño de Calamarca. Vieron los progresos y ha sido su iniciativa solicitarnos entrar”, explica Patricia Morales, directora de la Fundación mientras observa cómo los comunarios exhiben sus progresos.
“Hemos logrado hacer una réplica de la experiencia de Sartawi en otras comunidades —continúa Patricia—, empezando desde la base con los recursos hídricos y edáficos, porque sin el manejo de agua y suelo a veces es casi imposible ejecutar los otros proyectos. Luego entramos con el manejo de ganado vacuno, pues teniendo la base productiva, el resto viene por añadidura”.
A la puerta de la casa de Amalia y Raimundo, y controlando que no se escapen unas vacas negro y blanco, están Victoriano Huchane Condori y su esposa Marta Huchane, vestida ella con el traje típico del municipio. Victoriano aún se sorprende de todo lo que han conseguido en los últimos dos años: “Ahora estamos probando nuevas hortalizas que jamás habíamos comido, y han resultado estar deliciosas, tanto que no sabría decir cuál es la que más me gusta”.
Al igual que su esposo, Marta no puede evitar contar la historia de sus vacas, y sobre todo de sus quesos, toda una novedad para ellos: “Empezamos con una sola vaca —señala a la rumiante bicolor—, a la que inseminamos de forma artificial y tuvo a su cría, esta otra de aquí. Y ahora vuelve a estar preñada. Lo mejor es que da hasta 12 litros de leche al día cuando está encinta y con ello tenemos para nosotros, para los niños de la comunidad y para hacer mucho queso”, le brillan los ojos. “No sabíamos que las cosas pudieran ir tan bien”.
Lo que piden ahora es más espacio y salidas para estos nuevos productos del municipio paceño.
Agustín Chirinos Zárate tiene 72 años, pero sigue trabajando como si tuviera 20. Él, prácticamente solo, se encarga de su hacienda, además de cuidar de sus siete nietos. “Perdieron muy jóvenes a su madre, mi hija, y yo me he hecho cargo de ellos. Han salido adelante y varios están por salir profesionales”, cuenta mientras da de comer a sus vacas criollas. Sus hijos hace mucho tiempo que también volaron lejos del nido para continuar con sus vidas, y es su esposa, Catalina Bustos, quien, pese a las dificultades que tiene para andar, continúa ayudando y preparando el almuerzo para don Agustín, como cada día.
Alegría por el trabajo
En las tierras que don Agustín presenta, los animales se encuentran resguardados de las inclemencias del tiempo, porque en el altiplano las condiciones son muy duras, tanto por el viento como por el sol o las lluvias. “Yo he comenzado con un pozo y el bebedero, para después construir el establo para que pudieran dormir los animales. Hemos construido un enil (almacén) en mi casa, porque he participado desde el principio en el proyecto comunario y ha habido un sorteo en el Centro Machacamarca que me ha tocado a mí, para construirlo. He tenido que trabajar día y noche para poder entregarlo a tiempo, pero estoy muy contento del trabajo terminado”, explica con orgullo mientras prepara el forraje.
“El proyecto permitirá el desarrollo de la ganadería lechera como eje económico principal, mejorando la capacidad productiva de la zona sin descuidar la necesaria diversificación de cultivos rentables. Esta meta implica potenciar la cadena de la leche, para lo que hemos introducido animales de la variedad Holstein, no sólo para que vivan acá, sino para que se mezclen con las vacas criollas y conseguir un mejoramiento de la raza en el altiplano”, relata Mario Enríquez Ralde, ingeniero del proyecto por parte de la ONG Soluciones Prácticas-ITDG.
Este profesional ha estado desde los inicios en el municipio de Colquencha y explica las intenciones que, de cara al futuro, se tiene como organización: “También pretendemos propiciar una mejor interacción entre los actores y que se capaciten para comprender el funcionamiento del mercado”. A fin de resolver la debilidad institucional local, se fortalecerán las organizaciones productivas, sociales y el Gobierno Municipal. “Queremos lograr una mejor planificación y gestión participativa, especialmente en aspectos de desarrollo económico, permitiendo la continuidad, consolidación, desarrollo productivo y comercial de Colquencha”.
Entretanto los demás —comunarios, autoridades y personalidades llegadas desde La Paz— están celebrando en la plaza central de la comunidad con los invitados, don Agustín sigue trabajando en su parcela. Este comunario no sólo ha participado desde el primer momento del proyecto Laderas de Colquencha, sino que ha ido más allá de lo que proponían los expertos para implementar nuevas infraestructuras en su parcela y ampliar los cultivos que desde un principio se propusieron para el municipio.
Mientras apila el forraje para guardarlo, habla emocionado e ilusionado por el trabajo y los proyectos que aún quedan por hacer: “Cualquier obra que venga de ahora en adelante, estoy dispuesto y muy feliz por poder llevarla a cabo; estoy preparado para empezar a trabajar en los nuevos planes que se presenten”.
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