Uno de los barrios más tradicionales de La Paz, donde sin duda se vivía hace años con demasiada intensidad la festividad del Señor Jesús del Gran Poder, fue la zona de San Pedro, lugar que en tiempos de la Colonia era conocido como el sector campesino de la ciudad.
Con su famoso templo San Pedro de la Nueva Paz, que guarda en su interior valiosos cuadros y donde se veneran las imágenes de los apóstoles San Pedro y San Pablo, la céntrica zona se caracteriza también por tener otros edificios históricos, como la cárcel pública, que en el bajo mundo es conocida como ‘La Grande’.
Precisamente algo que le caracterizó a la plaza de San Pedro, pero también a la plaza Belzu —situada en la calle General Gonzales— era que ambos lugares se constituían en los sitios en los que desembocaba la famosa entrada, que recorría el paseo de El Prado desde 1975 hasta los años 90, antes de imponerse la nueva ruta por la avenida Camacho.
En esas oportunidades, las agrupaciones folklóricas que participaban en la demostración llegaban hasta la Plaza del Estudiante y luego subían por la calle Cañada Strongest, lo que era considerado por los danzarines de antes como la “última prueba” que les hacía sacar fuerzas de flaqueza para terminar la demostración.
Llegar a la plaza de San Pedro era la culminación de la promesa realizada una semana antes, pero los conjuntos no paraban ahí, sino que solían hacer una última demostración en la puerta misma de la cárcel, en cuyo interior se armaban graderías para que los privados de libertad también disfrutaran cada año de la fiesta.
A medida que los conjuntos arribaban al lugar, se iban ubicando en los jardines de la plaza, mientras decenas de vendedores de comida y cerveza convertían a la zona en una especie de pueblo festivo, por el colorido de los trajes que usaban los miembros de las diversas fraternidades de la Asociación.
Morenos, diablos, incas, kullawas, llameros, caporales, tobas, negritos y otros convergían en ese reducto que con el pasar de las horas era el centro de atención, por la variedad de expresiones que se podían apreciar.
La llegada de las bandas más famosas de Oruro y La Paz alentaba a los vecinos a salir de sus domicilios y atraía a los visitantes para admirar las demostraciones, sobre todo de los músicos, quienes sin tener que caminar hacían de las suyas.
Uno de los personajes que acudía a San Pedro, seguramente para buscar más argumentos para sus libros y beber unas copas, era Víctor Hugo Viscarra Rodríguez, a quien se lo veía acompañado de un grupo de amigos cerca a la plaza Belzu, donde se encontraban dos de los bares que él más frecuentaba (La Zaida y El Averno).
Otro que no se perdía el final de la fiesta del Gran Poder en San Pedro era el ‘Gordo’ Saravia (+), fotógrafo del periódico Hoy y jefe de la barra del Club Bolívar, quien subía a la plaza desde su casa, ubicada en el Garaje Romero, uno de los pocos conventillos que siguen en pie.
Las bandas que más atraían a propios y extraños eran la Sebastián Pagador de Oruro y la Marisma Mundial de La Paz, la diferencia entre ambas estaba en que la primera interpretaba morenadas y la segunda otros ritmos nacionales muy difundidos.
Familias enteras, grupos juveniles del momento, colegiales, niños, ancianos, pero también los conocidos p’ajpakus se juntaban el sábado de entrada en esa tradicional zona, que de esa manera se convertía en un espacio de diálogo y compartimiento intercultural.
Sin embargo, con el pasar de los años, los destrozos que se producían en la plaza obligó a la dirigencia vecinal a colocar, días antes de la demostración, una malla olímpica en los accesos, para evitar el ingreso de los danzarines, por lo que las agrupaciones convirtieron a la plaza Belzu en el nuevo centro de reunión.
Con las mejoras realizadas en el paseo de El Prado de la avenida 16 de Julio (en los años 90), la fastuosa entrada del Gran Poder dejó de llegar a San Pedro y cambió la ruta hacia la avenida Camacho, para desembocar en la avenida del Ejército, contigua al Parque Urbano Central (PUC)
Esa situación fue la que tal vez dio el impulso para que la fiesta de San Pedro y San Pablo, que se celebra cada 29 de junio, comience a crecer y en la actualidad se realice una entrada propia de la zona, no tan grande como la del Señor Jesús del Gran Poder, pero entrada al fin, para el deleite de los vecinos.
La plaza Belzu, albergue de las cantinas más temidas
La plaza Belzu, situada en la calle General Gonzales, no sólo se hizo famosa y se caracterizó por haber albergado a varios conjuntos de la entrada del Gran Poder que acudían al amplio lugar para descansar tras la larga travesía por el centro de la ciudad de La Paz.
Ese sitio, mítico para muchos, tuvo una historia que comenzó hace más de 40 años, cuando en el lugar se abrieron los bares o cantinas que en su oportunidad fueron los más temidos de La Paz.
Precisamente fue el escritor del submundo paceño Víctor Hugo Viscarra Rodríguez (+) quien se encargó de inmortalizar a los locales El Averno, La K’ella y La Zaida. Éste último fue cerrado el 9 de abril y cuyo nombre verdadero era Bar Pensión Belzu.
Cerrado El Averno y La Kella, La Zaida fue el único bar que quedó vigente y su fama creció gracias a Viscarra, pues muchos universitarios se hicieron clientes, incluso luego de su deceso, y pudieron ver su final.
No hay comentarios:
Publicar un comentario