Galas: La fiesta paceña reunió a miles de devotos. Un año más lució sus mejores luces y profundas expresiones culturales.
A las siete de la mañana, puntualmente, empezaron a escucharse las primeras melodías de la Banda Municipal Eduardo Caba en la esquina de la calle Calatayud con la avenida Baptista... Todo estaba listo para el inicio de la fiesta más importante de La Paz.
En medio de un impresionante despliegue de efectivos policiales y guardias municipales, los Sicuris de Italaque, en compañía de la Comunidad 3 de Mayo, se echaron a bailar.
El alcalde paceño, Luis Revilla, el gobernador César Cocarico y la primera plana de la Asociación de Conjuntos Folklóricos del Gran Poder bajaron por la empinada vía. Las autoridades estaban rodeadas por personal técnico edil y de la Gobernación, así como por amautas que bautizaban con incienso el inicio de la celebración.
Detrás de la comitiva, y por primera vez en el Gran Poder, se escuchó el ritmo afroboliviano de la saya yungueña.
El trabajo edil paceño cuidó detalles
A las ocho de la mañana, el frío se sentía intensamente en La Paz. Algunos danzarines afirmaban que tomarían alguna bebida alcóholica para “calentarnos un poco”. Por la avenida Buenos Aires, el paso de los transeúntes era casi imposible y, de pronto, la pelea de algunos ebrios atrajo la atención de los presentes.
El oficial mayor de Culturas de la Alcaldía, Wálter Gómez, destacó que las calles paceñas “vivirán una intensa actividad de casi 18 horas con una entrada en la que es necesario el trabajo de control de miles de personas, entre policías, guardias y funcionarios municipales, para ofrecer seguridad a lo largo del trayecto; además, para el mejor desarrollo festivo, se controló el expendio de bebidas en el marco de la ordenanza emitida para el efecto”.
Sin embargo, la prohibición fue vulnerada por algunos bailarines mientras algunos espectadores bebían con entusiasmo.
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