Fue en 1974 cuando la entrada en honor del Señor del Gran Poder ingresó, con permiso, al centro paceño. Antes, la fiesta quedaba en la periferia. Son 37 años de historias que viven en la memoria oral de los bailarines y de expertos consultados por La Razón.
En 1974, el presidente Hugo Banzer Suárez, en busca de apoyo popular, dada su condición de dictador, aprobó el ingreso de la fiesta folklórica a El Prado. La medida fue resistida por algunos vecinos.
“Las autoridades del Tránsito y la Alcaldía paceña se opusieron hasta el último momento. Un bailarín de ese año me contó que el Tránsito finalmente accedió a que bailaran, ‘Si quieren entrar mañana, entonces tienen que pintar las líneas blancas que separan los carriles de la avenida, nos dijo la Policía. Entonces toda la noche estuvimos pintando, y cuando terminamos nos fuimos directito a bailar’, me contó este señor del que no recuerdo su nombre”, relató a La Razón el investigador Cléverth Cárdenas, coautor junto a Rosana Barragán del libro Gran Poder. La Morenada.
Años más tarde, antes de que renuncie Banzer, en 1976, aconteció un hecho que a través de la memoria oral llegó en varias versiones hasta nuestros días, dándole cierto aire de leyenda.
“Antes, de ‘chinas’ de las morenadas entraban homosexuales, y cuando la famosa trasvesti ‘Barbarella’ pasaba por el palco mayor (que entonces se encontraba en la avenida Buenos Aires), sacó a bailar al general Banzer, seguro estaba distraído, la cosa es que no se dio cuenta y aceptó la invitación de la ‘china’, cuando terminaron de bailar, ésta le dio un beso en la mejilla”, relata casi a carcajadas Severo Rivera, vecino y bailarín de la Morenada Juventud San Pedro residentes de Achacachi: “Los Catedráticos”.
Muchos, como Cárdenas, afirman que no hubo tal beso, sino sólo un baile (“que tampoco es poca cosa”, afirma Cárdenas); las versiones varían entre ambas posibilidades. Cuando los allegados al dictador le hicieron notar que había bailado con un hombre, éste prohibió que los homosexuales bailaran en el Gran Poder.
Este hecho no sólo tiene consecuencias simbólicas que la comunidad gay enarbola como bandera actualmente, sino que hizo que la festividad del Gran Poder dé un giro a partir de la mencionada prohibición. El protagonismo de las mujeres desde entonces se hizo sentir hasta conseguir, por ejemplo, que “la morenada del Gran Poder sea distinta de la del Carnaval de Oruro, pues la primera tiene por fundamento los esposos, con tropas de 600 cholitas y otra con sus respectivos cónyugues; esas tropas gigantes de cholitas no se ven en la ciudad de Oruro, ahí se aprecia principalmente tropas de figuras”, asegura Rivera.
De ese mismo año (1974) se dice que cayó una nevada leve durante la entrada. “Mis fuentes durante la investigación que realicé relatan que hacía mucho frío y que para ‘calentarse’ Banzer bebió demasiados cocteles. Cuentan que sus edecanes desaparecieron y los policías tuvieron que escoltarlo en un coche policial”, detalla Cárdenas.
Otro hecho que muestra cómo el Gran Poder tomó la ciudad se dio el 2001. El alcalde Juan del Granado trató de suspender la entrada por el duelo nacional a causa de la muerte de Víctor Paz Estenssoro.
En vistas de que era imposible tal cosa, el edil decidió junto al Gobierno que no se diera respaldo policial al evento folklórico, ni que se les permitiera ingresar por la avenida Mariscal Santa Cruz.
“Igual bailamos, imagínese ya estaba todo contratado (bandas, locales, trajes) no se podía detener. Se suponía que la ruta iba a ser distinta, cuando estábamos yendo hacia la avenida Montes nos avisaron que los carabineros nos esperaban para que no vayamos por ahí, así que nos fuimos por la calle Tiquina; luego iban a cerrarnos el paso por otro lado y bailando les hacíamos el quite, hasta que no recuerdo por dónde, creo que por la Sagárnaga nos entramos hacia El Prado por la Mariscal Santa Cruz”, recuerda feliz el moreno Lucio Quisbert.
Otras fechas memorables son: 1927, cuando nace la Diablada de los bordadores; 10 años después la parroquia organiza la primera novena; en 1942 se termina de construir el templo en Chijini Bajo; en los 50 se deja de hablar de la fiesta de Chijini y se la llama “entrada del Gran Poder”. En 1974 se crea la Asociación de Conjuntos Folklóricos, y se permite el paso de las danzas a la ciudad. Aquel año, por fin, la entrada ingresó al corazón de la urbe.
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