Las palabras fluyen con gracia y picardía entre los labios delgados de la coplera Encarnación Lazarte. Ella es la música hecha mujer. A pesar de tener un cuerpo delgado y canas largas que peina cada mañana en su casa de Porvenir, cerca de Cliza, la cantante de 73 años es la máxima exponente de los taquipayanakus del Carnaval de Cochabamba.
Los taquipayanakus se dejan escuchar en el momento de mayor euforia de las carnestolendas. “Es un contrapunteo espontáneo de coplas organizadas por dos o más pandillas que tienen un encuentro”, reseña la tesis Coplas y Sociedad, la encarnación de lo popular en el verso valluno, de Tania Suárez Sánchez.
Las coplas cochabambinas, con ascendencia española, están repletas de humor, picardía y sarcasmo. Se cantan en los días de Carnaval, tanto en la ciudad como en los poblados; aunque en el Valle Alto hay más tradición coplera.
El experto en temas culturales Wálter Sánchez dice que en el departamento no hay un solo festejo, sino que son varias las manifestaciones sociales. Aunque el rasgo común es la música y también la comida. El plato típico es el puchero.
Dos semanas antes del Carnaval, los hombres tienen su jueves de compadres y una semana después es el turno de las mujeres. Si el día dedicado a ellos llueve, existe la creencia de que los varones llorarán por las comadres todo el año.
Si bien el popular Corso de Corsos reúne a las agrupaciones carnavaleras con sus mejores disfraces, en la Llajta hay otras expresiones con vida propia. Por ejemplo, las zonas Norte y Sur tienen sus entradas con las infaltables coplas.
Para el Martes de Ch’alla, los mercados populares se convierten en el escenario más importante de este festejo. El costumbrista Wilfredo Camacho, recuerda que a fin de cuentas esta fiesta también es en honor a la Madre Tierra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario