“Una tengo y dos busco; trecitas quiero tener, una pa´ la cabecera y otrita pa´ los pies”, coplea el profesor Ciro Fernández, recordándonos que ya inicia el carnaval chapaco que desde hace muchos años atrás se ha vivido con gran derroche de alegría en nuestra tierra tarijeña. Cuentan nuestros abuelos que muchas tradiciones del carnaval de antaño se fueron perdiendo; tales como jugar con cascarones de huevo rellenos con agua de flores, tirar “chauchitas” y buscar padrinos de comparsa, entre otras.
Dicen que hace muchos años atrás esta época significaba el principal afán del año, todos se conocían y ya había tradicionales personalidades carnavaleras. Se organizaban las comparsas, se definían los nombres, se acordaban los disfraces y se elegían a los padrinos, nombrando siempre a los más “pudientes”, reconocidos por su entusiasmo y generosidad. Luego venía el gran trabajo para las costureras “confeccionar los disfraces”.
“En todas las casas buscábamos los cascarones que juntábamos durante casi todo el año y se rellenaban con agua de albahaca y agua florida” relata Luisa Vaca, quien a sus ochenta años aún recuerda las vivencias de la época “más colorida y chura del año”.
Cuenta que los cascarones constituyeron la actividad más divertida de los juegos carnavaleros, sin embargo algunas veces por el mal uso o simplemente por la mala suerte causaron desgracias en los ojos de los niños y jóvenes. “Éste fue el principal motivo para que la práctica se perdiera”, dice Luisa.
Otra característica del carnaval de antaño eran las tinajas de chicha que eran embotelladas y muy solicitadas en los barrios San Roque, el Molino y la Pampa. Pero toda esta alegría y preparación, según Vaca, explotaba en colores el domingo de carnaval, día en que las comparsas salían a relucir sus hermosos disfraces al ritmo de las orquestas. “Cada uno de los integrantes llevaba su nombre impreso en cintas y cantaban jocosos estribillos en honor a su comparsa”, relata.
Luego del mediodía los grupos se concentraban en las alturas de San Roque, algunos a caballo, otros en burro, a pie o los que tenían más recursos en autos engalanados de colorida fantasía. Los jóvenes y adultos iban acompañados de orquestas, guitarras, serpentina, mixtura y matracas. “Todo era bueno para meter bulla”, dice Luisa.
La entrada del corso
Los grupos recorrían bailando todo el trayecto a lo largo de la calle General Trigo, Sucre y a las dos de la tarde el bullicio se hacía más fuerte. “Aparecía el primer carro alegórico que encabezaba la comparsa y comenzaba la entrada”, relata emocionada.
El escritor Agustín Morales cuenta en su libro “Estampas de Tarija” que las comparsas entraban metiendo bulla y cantando los estribillos de su grupo. Los nombres de dichos grupos eran muy jocosos: “Corazones sin rumbo”, “los tres tristes tigres”, “Sin chicas ni padrinos”, “Los Boquerones” y muchos otros similares.
Luego de pasar los diversos autos con la capota abierta y enflorada, personalidades como Juan de Dios Shigler, José Sosa, Jesús Gaite, Juan Choque y tantos otros con hermosas guitarras, mandolinas y violines, llenaban los espacios con sus melodías, cubiertos de serpentinas. Más atrás ingresaba Adolfo Schnor vestido de niño y mamando un enorme biberón de cerveza. Finalmente hacían su ingreso las comparsas populares de las lindas san roqueñas de polleras bien enfloradas y caras pintadas, “todas ellas iban acompañadas de sus esposos o parejas que llevaban la manta alrededor de sus hombros. Llevaban chacras, banderas de colores y las infaltables guitarras”, cuenta Luisa.
El Club Social, famoso en esa época, abría sus puertas y luego de la entrada comenzaba la más hermosa fiesta de fantasía donde todos sin diferencia de edad compartían el baile y las risas. “Terminado esto las comparsas junto a sus bandas de música se recogían bailando; detrás de ellas una fila de niños acompañaba su paso porque los jóvenes de los grupos iban tirando “chauchitas”, las que consistían moneditas de corte sencillo.
“Chauchita, chauchita, generosa chauchita” anunciaban y se arremolinaban los muchachos para alcanzar las monedas que por costumbre votaban a veces a manos llenas los generosos carnavaleros”.
Agustín Morales relata que las fiestas continuaban como se dice en Tarija: “Hasta que las velas no ardan”, el lunes y martes de carnaval los jóvenes salían a jugar con agua y con los famosos cascarones, las jovencitas se zambullían en la fuente y todo era alegría.
El carnaval en el campo
Cuentan que con motivo de la guerra del Chaco llegaron a suspenderse los carnavales en la ciudad y la gente se trasladaba a celebrar la época en el campo en lugares como: El Puente, Tomatas, San Luis o La Banda, donde se continuaba bailando y jugando. La gente de la ciudad se unía a los campesinos tocando los tradicionales instrumentos y montaba lindos caballos.
En cada “tomada” era costumbre ingresar a la casa a caballo y saludar a la dueña de casa, luego comenzaba el contrapunto. Toda esta linda y alegre fiesta se repetía año, tras año con mayor entusiasmo pero cuenta Luisa que luego de 1940 la costumbre fue decayendo, sin embargo en la actualidad muchas costumbres persisten.
La caballada que marca el inicio del carnaval, el compadrerio, los disfraces picarezcos, las coplas son tradiciones que representan a un carnaval que aún se mantiene vivo y que se ha constituído en uno de los más atractivos de Bolivia.
PUNTOS DE VISTA SOBRE El carnaval tarijeño
El investigador Lorenzo Calzavarini –sacerdote y director del Centro Eclesial de Documentación del Convento Franciscano de Tarija dice que desde hace unos 10 años se quiere practicar en Tarija un Carnaval específico, “a la chapaca”, pero con elementos “artificiales” en sentido afirma que se tomaron algunos símbolos históricos (presencia de caballos, bailes por grupos separados, etcétera) para hacer una especie de puesta en escena del festejo. “No es el pueblo el que baila, es una manifestación teatral”, describe el doctor en sociología.
Sobre esto el investigador agrónomo Carlos Vaca flores, el carnaval en Tarija “camina en la ruta de recuperar su identidad, íconos y tradiciones”. Vaca puntualiza su investigación al carnaval celebrado en el valle central de Tarija y sus valles circunvecinos y lo centraliza como el espacio cultural del campesino chapaco. Esto con el fin de no mezclar las manifestaciones culturales de todo el departamento tarijeño ya que en él existe un “ámbito cultural mestizo, chaqueño, Guaraní, Wennhayek y Tapiete”.
En los últimos años se implementaron en Tarija los circuitos turísticos, como la ruta del vino, que nace a iniciativa privada con el apoyo de Fautapo, para promocionar lo que es la producción de esa bebida, donde el turista puede elegir paquetes de distintos precios y visitar las bodegas del departamento. Esa idea nació en la provincia Avilés, productora de la uva y del vino.
Carnaval mendeño
Según el profesor Ciro Fernández una de las tradiciones más importantes de San Lorenzo y que se mantiene viva a pesar de los años, es el carnaval mendeño. Los habitantes de Sella, Canasmoro, Lajas, Carachimayo, Rancho, Monte, San Mateo, Erquis, la Victoria, Coimata y otras comunidades vecinas visitan este querido pueblo en esta ocasión.
Los mozos pasean felices en su brioso alazán con su moza en las ancas, acompañados de su caja y entonando coplas que enamoran a su moza.
Veni vidita cantemos
Veni sentate a mi lao
Haceme feliz un rato
Ya que soy tan desgraciao
Una tengo y dos busco
Trecitas quiero tener
Una pa´ la cabecera
Dositas pa´ los pies
Qué bonitos ojos tienes
Debajo de tus dos cejas
Ellos me quieren mirar
Vidita tú no los dejas
Señorita pretendiente
No sea mala con la gente
Yo le quisiera contar
Lo que mi corazón siente
Dos corazones quisiera
Dos corazones tener
Uno pa la media noche
Otro pal amanecer
Así nomás tate
Como yo me estoy
Ni vos me la pides
Ni yo te la doy
No hay comentarios:
Publicar un comentario