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Fotos: Wara Vargas / Página Siete
Fotos: Wara Vargas / Página Siete
La alegría de los participantes conquistó el aplauso de los paceños.
Al escuchar los primeros ritmos de la tarqueada, Natalio Flores sujeta a su compañera y grita orgulloso: “Vamos compañeros, a bailar en estos carnavales”.
Detrás de él sus compañeros, quienes también son no videntes y representan al Instituto Luis Braille, responden: “Eso compañero, vamos a bailar”. En ese instante su alegría es recompensada por aplausos del público.
Flores, quien es no vidente, cuenta que baila por primera vez en la entrada del Jisk’a Anata y que se animó a participar por el entusiasmo de sus compañeros. “Estamos orgullosos de participar y compartir con la gente. Nosotros también bailamos”, comenta sonriente.
A unos pasos, Willy Wapaca, quien también es no vidente, dice que sus compañeros ensayaron desde hace un mes para presentarse en el Jisk’a Anata.
“Es lindo bailar tarqueada, primero he participado de músico y ahora me he animado a bailar”, cuenta Wapaca, quien destaca que es en la única entrada o festividad paceña en la que participan sus compañeros.
Detrás de ellos, alegres y sonrientes, niños y jóvenes, quienes pertenecen a la Asociación Síndrome de Down, bailan al ritmo de una moseñada.
“Estoy muy feliz de participar y bailar con mis amigos una danza boliviana”, dice Gloria Libertad, quien cuenta que hace unas semanas empezaron sus ensayos para lucirse en el Jisk’a Anata.
Con un antifaz colorido, Adela Loayza, de 69 años, baila agarrada de su otra compañera. “Representamos a las personas de la tercera edad y estamos contentas de ser parte del carnaval paceño”, dice. A su lado, su otra compañera, Rosa Elena, sonríe y cuenta que hace varios años -cuando era más joven- también participaba de la entrada.
“Es lindo que no olviden a los abuelos y que nos inviten a bailar”, cuenta Rosa Elena, quien ya baila por segunda vez en la entrada del Jisk’a Anata.
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