Una pieza de hojalata adquiere formas y colores diversos en las manos de Hilarión Cazas. Cuando faltan poco más de dos semanas para la entrada del Carnaval de Oruro, el artesano apura el trabajo que le han encomendado: 200 máscaras de bailes folklóricos.
Una cumbia suena en la radio vieja y sucia del taller Sagrado Los Andes, ubicado en la calle del mismo nombre. El artesano y su ayudante trabajan 12 horas al día para cumplir con el contrato. “Ya tenemos 100 máscaras listas, pero nos falta el resto y nos pisa el tiempo”, dice Hilarión, de 33 años, dueño del taller.
Puso manos a la obra en diciembre del año pasado. Para terminar las 200 caretas que le solicitaron, debe comenzar a trabajar, cuando menos, a las 8:00 de cada día.
Junto a Jesús Ramos, de 17 años, Cazas debe fabricar 22 máscaras de diablo. El resto de las piezas (178) es elaborado por seis personas que trabajan en su taller. La fecha de entrega de las obras es el 16 de febrero, dos días antes de la entrada folklórica del Carnaval de Oruro.
El oficio de elaborar una máscara no es fácil ni rápido. “Paciencia y dedicación deben tener los artesanos del Carnaval”, dice Cazas, quien demora en cada pieza hasta tres días y cobra 250 bolivianos por cada una.
Basilia Flores, de 56 años, coincide con Cazas. Ella prepara máscaras de zambos caporales en su taller El folklore, ubicado en la calle Los Andes.
“Por cada una de estas caretas cobramos por lo menos 220 bolivianos”, indica Flores. “Lo que más cuesta es la mano de obra”.
Hojalatas convertidas en arte
La elaboración de una careta comienza con la adquisición de las hojalatas (latas) que son envases de alcohol.
Los recipientes son traídos de Cochabamba. Ambos artesanos adquieren cada lata en 10 bolivianos. “Pido desde 500 hasta 1.000 latas de alcohol. Éstas son las que utilizamos para nuestras caretas”, dice Cazas, quien ya tiene más de 15 años de experiencia en este campo.
Para realizar una máscara de diablo, el artesano emplea entre seis y siete de esos envases. En cambio, Flores utiliza tres para fabricar la máscara de caporal.
Para convertir una pieza de hojalata, los artesanos primero cortan el material, guiados por antiguos moldes. Luego, las hábiles manos crean las distintas partes de la careta, que van desde las orejas, pasando por la nariz, hasta los cuernos.
Finalmente, las piezas se unen a través de una soldadura. El conjunto debe reposar antes de adquirir color. Para esto, se emplea pintura en aerosol.
“Realizar cada una de estas caretas de diablo demanda al menos tres días”, cuenta Cazas.
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