Con la tradicional fiesta de las miniaturas “Alasita”, que se desarrolla en el municipio de Quillacollo, la Iglesia Católica, culmina la festividad religiosa de la Virgen María de Urkupiña, donde, a pesar de los años, sobrevive al comercio.
Las principales calles del camino que lleva a los feligreses hasta el cerro de Cota, donde se encuentra el santuario de la Virgen de Urkupiña, nuevamente, se ven invadidas por miles de personas, los anuncios de los cientos de comerciantes que ofrecen dinero, títulos y hasta casas, a precios mínimos, interrumpen el apuro de los circunstanciales visitantes, quienes en su afán de: “tener prosperidad”, participan de la fiesta de las alasitas.
Con la fiesta de las alasitas, se cierra la tradicional festividad religiosa de la Virgen de Urkupiña, evento que nuevamente despierta el interés de la población que se traslada hasta Quillacollo para adquirir las miniaturas de las cosas que necesita.
Como parte de esta tradición, las personas acostumbran comprar una gran variedad de miniaturas que van desde los billetes que simbolizan la prosperidad y el dinero, hasta cosas materiales e inclusive terrenos, teniendo la fe y creencia que con la bendición de la Virgen de Urkupiña, serán una realidad a corto plazo.
“Uno tiene que tener fe, es lo más importante, tenemos de todo, dólares, casas, autos, títulos de propiedad, alimentos; ya depende de cada persona qué quiere llevarse, se compran y después tienen que hacer bendecir, hay terrenos también desde 20 bolivianos, que se tienen que challar”, explicó una de las comerciantes.
Con el pasar de los años, a la tradicional fiesta de las alasitas, se sumó el mercantilismo y el comercio de productos que ofrecen cientos de comerciantes aprovechando estas fechas para generar ingresos económicos, obligando inclusive a los feligreses a bajarse varias cuadras antes de la habitual parada de micros, debido a que el acceso al paseo del prado y la plaza Bolívar, se encuentra totalmente invadido por la venta de ropa, comida y una interminable variedad de cosas materiales.
Según, reconoció el mismo alcalde de Quillacollo, Charles Becerra, la fiesta de la Virgen de Urkupiña, genera más de 20 millones de dólares, que provienen del comercio informal y contribuyente, durante pocos días, a la creación de miles de empleos directos e indirectos, la devoción a la Virgen, trata de prevalecer al comercio y las costumbres culturales que se expresan con las challas y K’oas.
Quien visita Quillacollo estas fechas, para renovar su devoción a la Virgen de Urkupiña, no se va del lugar, sin antes, haber comprado un buen fajo de billetes, hacer bendecir las piedras que sacó del cerro de cota y el próximo año deberá devolver, servirse un refresco frío acompañado de un buen plato de chicharrón, y hasta quien sabe, encontrar a su nueva pareja.
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