Cuatro horas de caminata permitieron a los peregrinos llegar hasta el cerro del Calvario, Cota, para cumplir con promesas de fe y hacer pedidos ante quien llaman la “mamita” de Urkupiña.
Como parte de la festividad de la Virgen de Urkupiña, el día del Calvario, ayer, congregó a miles de feligreses en la zona Sur de Quillacollo, distante a unos 16 kilómetros de la ciudad de Cochabamba.
Unos a pie desde la ciudad y otros con menos caminata, pero todos llegaban emocionados hasta el lugar.
En Cota se mezclaban las prácticas religiosas y las tradiciones andinas, en medio de bendiciones y ch’allas.
Los peregrinos subían y hacían la señal de la cruz en el santuario; compraban ch’uspas (bolsas para colgarse al cuello tejidas a mano o de aguayo) llenas de billetes de Alasita, tarjetas de crédito y otros documentos. Ya en la cima, buscaban una “mina” para trabajar con el combo y extraer piedras como símbolo de sacrificio a cambio de que se cumpla un pedido.
Tras la extracción de las piedras, a veces pequeñas y otras muy grandes, el rito proseguía con la tradicional ch’alla en el mismo lugar, serpentina, mixtura y cerveza fueron la base de la práctica.
En la parte posterior del santuario del Calvario, una imagen que mira hacia el Sur es la principal. Centenas de personas, con paciencia por la fe que tienen, hacían fila hasta de media hora para llegar hasta ella y ponerle en frente las bolsas con las piedras que habían extraído del cerro, junto a miniaturas como casas, vehículos, dinero.
Un sacristán rociaba con agua que sacaba de un balde con un ramo de flores, de fondo se oía cohetillos, y mientras salpicaba agua bendita también llegaban gotas de cerveza. A pocos metros estaban los callawayas con rituales andinos, aunque también hacían pedidos a Dios.
“Señor que a esta familia no le llegue la maldición, ni la hechicería, ni la envidia”, decía uno mientras recorría con sahumerio por sobre las cabezas de los creyentes.
La denominada Fiesta de la Integración hacía honor a ese nombre, cuando a cada paso se veía visitantes del valle, el altiplano y el oriente boliviano, además de extranjeros y residentes fuera de Bolivia.
El camino de retorno era el mismo de llegada. Mientras miles de fieles de Urkupiña se iban, otros se trasladaban hasta el Calvario.
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