Las dos mujeres y el hombre llegan a la puerta del bar, en la Garita de Lima. Y como no están seguros, preguntan si, al fin, han arribado al restaurante “Sapahaqueño”. Sí. Entonces, Sergio Fernández, Máxima Pascuala y Verónica Condori se identifican como los próximos pasantes del preste por el aniversario de Achocalla.
Los tres ingresan al restaurante-cantina en busca de una banda de músicos. La festividad se celebrará el 25 de julio de 2013, es decir, casi dentro de un año, pero ellos saben que si no contratan a la banda de su preferencia con la debida anticipación es posible que tengan que conformarse con otra, pero no con la que bailarían con placer ellos y sus futuros invitados.
Los martes y viernes, entre las 19:00 y las 23:00, el restaurante “Sapahaqueño”, situado en la Garita de Lima, en medio de las calles Juan Granier y Nataniel Aguirre, se transforma. De ser un local común, como tantos otros, de esa populosa zona, poco a poco se llena de bulliciosos músicos; a eso de las 19:30 sus dos ambientes están llenos de unos 300 músicos.
En cada mesa se instalan los letreros y banners que identifican a las bandas, para que los pasantes de prestes y visitantes, tanto del país como del exterior, contraten sus servicios. Corren a mares la cerveza y el whisky.
Los pasantes del preste de Achocalla, ya dentro del “Sapahaqueño”, buscan entre las mesas a su banda de músicos favorita. Es posible que la inclinación por tal o cual conjunto se defina por las composiciones musicales que suenan más en la radio, por la coreografía de los platilleros –convertidos en showmans en cada presentación, en especial en el Carnaval de Oruro y en el Gran Poder-o bien porque los fans han quedado impresionados por su despliegue y vestimenta.
Los prestes de Achocalla se han detenido frente a una mesa con el letrero de la banda Señorial Intocables. Al parecer, es la que está de moda. Comienza, después, la negociación para arribar a un acuerdo económico y, finalmente, queda establecido que serán estos músicos los que tocarán en el preste de Achocalla, en 2013.
El preste Sergio Fernández llama con fuertes palmadas a un mesero que, agitado, llega a la mesa de los que han cerrado el contrato. En señal del trato ya establecido, los pasantes de Achocalla ordenan al sudoroso garzón que traiga dos cajas de cerveza para la banda, en agradecimiento por haber aceptado el convenio y por interpretar su arte en el futuro preste.
“Ésa es la costumbre: siempre que aceptan y se llega a un contrato, se les invita una o dos cajas de cervecita para que festejemos juntos; es como agradecer que acepten”, comenta la pasante Pascuala.
UN Centenar de bandas
El “Sapahaqueño” es el lugar donde se contrata a una banda folklórica de músicos en La Paz. Es donde se dan cita la oferta y la demanda por estos servicios: es decir, es un mercado de bandas.
Un rápido recuento, a vuelo de pájaro, permite afirmar que los pasantes de un preste, los que buscan realzar un acontecimiento con los sones de estos grupos o, finalmente cualquier hijo de vecino tienen la opción de elegir entre unas 100 bandas, cuyos representantes se dan cita en el bar-restaurante, a la espera de los potenciales clientes.
No están presumiblemente todas, pero sí las más conocidas: Unión Mejillones, La Fuerza del Folklore, Banda Juventud Súper Rebeldes, Identidad y Tradición Artística, Banda Espectacular Semilla de Bolivia, Internacional Banda de Música Real Explosión, Única Original Banda de Música Proyección La Paz, Poderosa Espectacular Rebelión Intocable, Los Faraones, Señorial Alcapones y Poderosa y Original 100 x 100 Señorial Intocables, entre muchas otras.
Son grupos musicales de 50 o más músicos. Sus repertorios están compuestos por kullawadas, huayños, morenadas y, en algunos casos, hasta cumbias.
“Nuestra especialidad es la ‘danza pesada’, la morenada, que es considerada la danza mayor”, comenta muy alegre –posiblemente “chispeado” por unos vasos de cerveza- el director de la banda Proyección La Paz, Demetrio Sonco.
Todos estos conjuntos musicales están organizados en sindicatos, que representan a la banda y que enaltecen a los presidentes fundadores y directores; algunos grupos cuentan hasta con secretarios de actas y de deportes.
Sólo con leer los nombres de las bandas una se percata de que aquí hubo escisiones, que una banda tal vez se dividió como en una suerte de mitosis celular o que, acaso, la disputa de poder entre dos grupos o sus líderes derivó en la bienvenida creación de nuevos conjuntos, como suele ocurrir frecuentemente en el mundo artístico. Ni que fueran los Rolling Stones para permanecer unidos por más de medio siglo sin que una explosión del ego o una rencilla personal –un “aquél me miró feo”- terminara en la saludable fundación de más agrupaciones artísticas, como si se reprodujeran por gajo o por esporas.
Destinos internacionales
Se equivoca quien cree que una banda sólo suena en las festividades folklóricas o entradas locales.
El subdirector de la banda Real Explosión, Félix Quiroz, dijo a la revista Miradas que esta banda se fundó en 2003 con 50 integrantes y casi inmediatamente fue invitada a participar en el aniversario de uno de los mercados más populares de Lima, Perú; comenzó así, con pie derecho, su trayectoria internacional y después hizo repetidos viajes a Argentina, Brasil y Chile, los destinos más frecuentes de una banda folklórica paceña.
“Los paisanos fronterizos nos llevan para aniversarios y prestes en donde ellos viven; nos llevaron a distintas ciudades de Argentina, Brasil y Chile; el país al que más nos llevan es Perú, tanto a Lima como a las provincias cercanas a nuestra Bolivia”, aseguró el director de la banda Mejillones, Walper Aliaga.
Todo corre, por supuesto, a cuenta del contratante. Los costos de los pasajes de ida y vuelta, la estadía en el hotel y la alimentación salen del bolsillo de quienes los llevan. No se trata de un monto menor: una banda tiene entre 40 a 80 integrantes, quienes reciben 170 a 200 bolivianos, fuera de los gastos mencionados, por actuación.
En octubre de cada año es cuando estas bandas reconfirman sus pergaminos internacionales, pues los residentes bolivianos en Argentina contratan a decenas de bandas para la popular entrada de Charrúa, en el barrio San Martín de Buenos Aires, que tal vez sea la mayor festividad folklórica boliviana en el exterior.
Los casi dos millones de costureros, textileros y agricultores que viven en el país rioplatense bailan con devoción para la Virgen de Copacabana en Charrúa: no se olvidan de su cultura, de sus tradiciones, añoran el retorno al país; su éxito económico hace posible la costosa contratación de bandas paceñas para esta gigantesca festividad.
“Los residentes bolivianos en San Pablo, Brasil, tienen una Virgencita de Copacabana y en cada fiesta de la Virgen nos contratan y nos reciben con mucho cariño y afecto. Cada año vamos allá” asegura el subdirector de Proyección La Paz, Julián Nina.
“Eso me hace feliz”
El director de la banda Juventud Súper Rebeldes, Mario Huarachi, es uno de los más experimentados en esta disciplina musical.
Evoca que la agrupación fue fundada el 29 de marzo de 1988; en un principio, tenía “sólo” 40 integrantes, pero ahora son 50 y ya tienen una respetable trayectoria cimentada en 27 álbumes grabados en vinilo, casetes y discos compactos.
“Nos piden tocar todo tipo de música, desde cuecas hasta morenadas; pero nuestra especialidad es la morenada. Soy el compositor de más de 100 temas musicales y les gusta lo que escribo e interpreto, otras bandas tocan mis temas. Eso me hace feliz”, dice.
Los martes los representantes de las bandas son conservadores y no hay más de ocho cervezas por mesa. Pero los visitamos un viernes, cuando, a la espera de los clientes, estos músicos comienzan a evocar sus largas trayectorias, las anécdotas que nunca faltan, entre uno y otro vaso de whisky y cerveza. Tal vez uno de ellos escucha en la mente los acordes de una nueva morenada, que vienen de alguna parte.
Ésa es la costumbre: siempre que aceptan y se llega a un contrato, se les invita una o dos cajas de cervecita para que festejemos juntos; es como agradecer que acepten, comenta la pasante Pascuala.
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