Los carnavales de 1854 en adelante, no eran como los de ahora; antes se trataba de una larga fiesta que comenzaba en el Jueves de Compadres y terminaba el domingo de tentación, no había solamente lunes y martes de Carnaval, era una sola fiesta y corrida de comienzo a fin.
Recordarán, quienes suspiran por esas fiestas de antaño, que era propiamente una celebración que comprometía todo el tiempo del calendario gregoriano, si caía a fines de febrero o mediados de marzo, la cosa empalmaba con la Pascua de finales de marzo o de la primera y segunda semana de abril.
Para entonces era la época más florida que Tarija vivía como ciudad y es que por entonces tenía solamente cuatro barrios bien definidos que eran La Pampa, Las Panosas, El Molino y San Roque. El barrio de Villa Abaroa era un lejano proyecto porque solamente era una ancha calle que se prolongaba de la Colón.
Pasando la calle Ancha (Cochabamba) era propiamente el proyectado barrio que tenía al matadero municipal (donde ahora está la Felcc) y la llamada “Casa de Máquinas de Luz y Fuerza”, lo demás era monte, pampa y huertas llamadas también tapiales, donde la fruta abundaba y los changos en patota con hondas y cañas iban a la aventura del famoso “rompe” tan tradicional que fuera en Tarija.
Si bien los carnavales en la ciudad se organizaban socialmente al calor y entusiasmo de las familias tradicionales, entre esas familias la cosa era más detallada cuando se tenían que efectuar viajes a distintas propiedades un poco lejanas de la ciudad. Estos lugares se trataban de verdaderas casas de campo y en ellas los mayores que eran considerados “abuelitos” preferían morar antes que saber del entonces asilo de ancianos que existía frente al hospital San Juan de Dios, atendido por las monjitas de Santa Ana.
En esos años desde noviembre hasta finales de abril, la llamada época de la fruta tarijeña era admirablemente increíble por la variedad y abundancia que se cosechaba en las huertas, tapiales y propiedades de diferentes familias. En ese tiempo quienes iban al mercado Central con la recua de burros y mulas cargadas eran los llamados “capataces” y propiamente el mercado Central era la feria natural donde la fruta se compraba y se preguntaba “de cuya huerta son” no por docenas sino por piqueras, por lo que esa tendencia que ahora se tiene de preguntarse por docenas, es una costumbre no propia de este terruño.
El Jueves de Compadres salían las familias de la misa de San Francisco, canastas en mano, y en el atrio se reunían don Mario Caso con su esposa la señora Dora Resse, don Roberto Suárez, don Alejandro “tocororo” Caso, Renato Virreira, Otto Resse, su hermano Carlos Resse, don Antonio Borda Reyes, el señor Katunar, don José, Alfredo Rojas, don Pablito Colodro y señora, y muchos otros amigos, que en torno del padre Chivilini y al padre Pedro Pachardi, de la orden franciscana, tomaban detalles del viaje de las familias a la localidad de Carlazo que era la propiedad de la familia Caso, donde pasarían algunos días mientras se realizaba la cosecha de la nuez.
La caravana de los vehículos estaba conformada por los camiones de propiedad de don Otto Resse, de don Carlitos Resse y del señor Katunar, pero se contrataban a los autos de Sopapo, Vientito Morales, del Pulga y también del Caito pollera. De manera que todas las familias invitadas debían de acomodar camas, colchones, frazadas, ollas y todo cuanto era menester para pasar una larga temporada familiar, donde además los curitas invitados celebrarían misa en la capilla de la casa de hacienda y algunas comunidades vecinas donde hubieran oratorios.
La estadía en Carlazo era casi por lo general una semana, pero qué semana… todas las mañanas leche al pie de la vaca, almuerzo y cena con picantes y toda clase de platos típicos con gallina criolla, conejos de castilla, palomas y torcazas; por las mañanas todos los días a comer nueces fresquitas recién sacadas de las plantas y después… con largas cañas de bambú a realizar el concurso de “garroteadores” porque los árboles además de frondosos estaban cargaditos de fruta. Para el retorno las familias se traían nueces conforme sus hijos hayan garroteado los árboles.
Era prácticamente un concurso en el que Martita Caso Resse era la capitana, mientras que Jorge, Luchita o Chusin, eran colaboradores, “Charquina” y René Caso junto con el llamado “tío Alejo y Carlos Caso; a la cabeza de don Mario Caso se iban de mañanita a las serranías a cazar venados, antas y vizcachas, porque perdiz y torcazas como dicen los chapacos ¡jabían como empregrau! Y también cazaban para hacer los famosos escabeches.
La casa de hacienda de la familia Caso era tan linda, hermosa y bien cuidada por los mayores que allí vivían que en muchas ocasiones doña Elba, cariñosamente llamada “Mamá Elba”, se quedaba algunos días más y como una aventura de un raudo viaje, a los pocos días retornaba el cariñosamente llamado “tío Hugo” Vargas Martínez apodado “jetón” a recogerla en su camionetita, fiel compañera, llamada “El Mustan” porque servía para todo.
Carlazo era entonces la única propiedad en casi toda Tarija que por entonces contaba con más de trescientos nogales que año tras año producían abundantes nueces y que la familia Caso, más que vender o comercializar, prefería invitar a sus amistades que tenían a sus hijos estudiando en La Plata (Argentina), en Sucre o en La Paz; en cierta manera era mamá Elba la que imponía la determinación de mandarles en encomienda porque era bueno para la memoria, y esas amistades eran obedientes.
Carlazo queda por ello en el recuerdo pues desde esa alejada propiedad de la familia Caso la planta de la nuez fue poco a poco esparciéndose a todo el Valle Central hasta llegar a Paicho, porque quién iba a visitar a los Caso siempre que deseaba nueces con cariño se las regalaban, porque en la huerta habían inmensas plantas almacigadas y listas en bolsitas para plantarlas y cuidarlas como se cuidaban a los pavos.
Muchas familias aún conservan las plantas que recibieron con cariño regaladas. En la actualidad se venden nueces hasta en el mercado pero no por piqueras o canastas, sino por docenas, pero al fin son nueces que tienen su origen allá al sur de Tarija, un lugar de donde es originaria la nuez, ese lugar se llama Carlazo, y Carlazo es, fue y será por siempre; la tierra de la familia Caso.
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