9 de febrero de 2013

Los rostros anónimos del arte festivo

Tras los $us 12 millones que danzan al ritmo de la música carnavalera en Santa Cruz y los $us 25 millones que se mueven en Oruro, hay historias de esperanza y creatividad. Gente que espera la ‘fiesta grande’ para trabajar más que en ningún otro momento del año, porque el Carnaval es una puerta abierta para mostrar habilidades y obtener recursos que la gente está dispuesta a gastar sin retaceos.

Costureras dedicadas a la confección de casacas carnavaleras, artesanos, plomeros, pintores que trabajan de día y de noche en la preparación de magníficos carros alegóricos en Santa Cruz.

Y en el Carnaval de Oruro no solo hay negocio, sino tradición a la hora de confeccionar los fastuosos trajes folclóricos para 48 grupos que representan 18 danzas de todo el país.

Esas manos laboriosas son las responsables del colorido de los dos carnavales más importantes del país. Trabajan con meses de anticipación. El objetivo es lograr obras artísticas, capaces de deslumbrar a propios y extraños. Sus creadores saben que compiten en Santa Cruz y que son vistos por cientos de extranjeros atraídos precisamente por la elegancia y fastuosidad en Oruro.
Este hombre trabaja minuciosamente en el que debe ser uno de los mejores carros alegóricos del corso cruceño. Es el de la soberana. Unas 20 personas lo acompañan en la misión. Son artesanos, pintores, soldadores y carpinteros



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Serigrafía a toda máquina
Cada comparsa tiene un sello particular en su casaca o bata de Carnaval. Y son los serigrafistas quienes plasman en la tela el diseño, para que todos luzcan el distintivo durante la fiesta




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