Tercera y última parte
Siguiendo el curso de nuestras reflexiones y apuntes que realizáramos en las entregas pasadas sobre el tema de la "La cueca y la estética musical nacional", hemos intentado delinear el transcurrir del proceso histórico, político y cultural que se desarrolla en la joven república boliviana al llegar el siglo XX, especialmente nos enfocamos en el trabajo de Simeón Roncal aunque en realidad existen muchos otros compositores bolivianos del periodo que se pueden nombrar en el mismo rango de importancia, no obstante, destacamos el rol simbólico de Roncal y su producción musical alrededor de la cueca, en la medida de que se trata de una propuesta artística que participa del movimiento cultural potosino de principios del siglo conformado alrededor de lo que podríamos denominar el "Indianismo" de Medinaceli y Churata, que a nuestro entender representa un polo de influencia definitiva para la agenda política del incipiente proyecto de construcción nacional que sigue las líneas propuestas por Tamayo.
Con posterioridad a su estancia en Potosí, hacia la década del treinta, Roncal se traslada a La Paz donde su obra terminará por consagrarse como un símbolo de la identidad nacional, al interpretar su música en vivo en las sesiones pioneras de la "Radio Illimani" dedicadas a la "Música nacional", donde la obra de Roncal y la de muchos otros compositores e intérpretes bolivianos se va a difundir de modo masivo gracias a la moderna tecnología radiofónica. Cabe señalar que en esa misma década estalla la Guerra del Chaco (1932-1935), que de modo significativo logra introducir consignas nacionalistas en la Bolivia rural, y justamente en ese espíritu "nacionalista" Roncal compone una marcha dedicada al "Ejército nacional", que nuevamente acompaña el proceso simbólico de la construcción nacional.
De acuerdo a nuestra exposición podemos vislumbrar el rol fundamental de la música de Roncal en la formación de una "Estética musical nacional" que se extiende también a los otros compositores e intérpretes de su entorno (Valda, Lavadenz, Palmero, etc…), no obstante es necesario atender a un segundo personaje de igual importancia coetáneo a Roncal, pero cuyas actividades se desarrollan en la región de los valles, hablamos del cochabambino Teófilo Vargas.
La pianista Maria Antonieta Garcia Meza, en su "Estudio de la música boliviana", describe el trabajo de Vargas que textualmente se titula "Aires Nacionales":
"Teófilo Vargas considerado el padre de la música boliviana por el trabajo ordenado y editado de su obra "Aires Nacionales" la cual consta de cuatro volúmenes y varias obras sueltas. Los tres primeros libros llevan la fecha del 6 de agosto de 1928 editados en la casa amarilla en Santiago de Chile, revisados por Eulogio Dávalos obra publicada en 1940. En el primer libro hace un estudio analítico de la música incásica y de los instrumentos andinos que él llama típicos a través de melodías antiguas escritas en pentagramas y la escala musical de los diferentes instrumentos considerando al Pututu como el instrumento más antiguo; luego el Ercke y la Zampoña o jula, además hace una comparación de la escala incásica con la escala perfecta siguiendo un curso progresivo de fusión cuyo producto es el estilo de la música que llegó a su término en 1978. Comprendiendo el libro 24 Tarabis, 3 Zapateados, 9 Pasacalles, 1 Kacchu, 1 Dúo del Melodrama la Coronilla. El segundo libro con 22 cuecas y 22 bailecitos que el llamó Bailes. El tercer libro que consiste de: 2 Danzas bolivianas; la obra del Melodrama de la Coronilla con una obertura, 2 preludios y Danza, 1 Obertura del Melodrama Aroma, 2 Poemas Sinfónicos, 5 marchas, 4 canciones patrióticas. El tomo Numero IV fue editado en la Argentina en 1945 contiene temas religiosos mostrando la profunda fe católica que tenía Teófilo Vargas, 36 temas religiosos, 8 Himnos, 3 Oficios de Difuntos, 4 Marchas Fúnebres y 12 Letanías"
Como podemos ver, el trabajo de Vargas no sólo supone una producción artística, sino también lo que podríamos nombrar como los primeros estudios de etnomusicología andina, donde se puede rastrear el modo progresivo en que su autor interpretaba las estéticas musicales indígenas y criollas, hasta integrarlas en la técnica tonal occidental, concluyendo del mismo modo que Roncal, en la propuesta de una estética musical propiamente boliviana.
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