La danza que rememora la adoración al dios Piyo y la devoción a dos personajes clave en la evangelización cristiana se fusionaron en una sola celebración, en la más importante del calendario litúrgico de San Javier, primera misión jesuítica ubicada a casi 230 kilómetros de la capital cruceña, que este fin de semana festeja a San Pedro y a San Pablo. Esa auténtica muestra de sincretismo religioso se puso de manifiesto en la jornada de ayer, durante la procesión dedicada a los santos patronos, encabezada por los yarituses, los personajes que testimonian una tradición ancestral que ha sido declarada Patrimonio Cultural e Inmaterial del departamento.
Devoción y costumbre
Todo se inició la noche del viernes, cuando por las principales calles de la población chiquitana comenzaron a sonar los yoresocas y las tamboras llamando a la gente a unirse a la fiesta. Ayer por la mañana y en medio de una espesa neblina, el punto de reunión fue en un lugar sagrado: la Piedra de los Apóstoles, sitio histórico para los yarituses, que marca el encuentro con los jesuitas. Desde allí partió la caravana hasta el templo misional, donde monseñor Antonio Bonifacio Reinman, del vicariato Ñuflo de Chávez, ofició la ceremonia central de la festividad. La misa contó con la presencia de autoridades municipales y departamentales y fue acompañada por el Coro y Orquesta Misional de San Javier, dirigido por Eduardo Silveira.
Posteriormente, se inició la procesión, encabezada por los abuelos yarituses junto a las mamas, los jóvenes y el Cabildo indígena, cuyos miembros cargaron las imágenes de los santos escoltados por la jerarquía local de la Iglesia. Las actividades se repetirán en esta jornada.
El alcalde de la ciudad, Daniel Áñez, anunció que este año se iniciará la construcción del museo San Javier con el apoyo del Plan Misiones, la Aecid y la Gobernación.
El jefe del cabildo, Valentín Tomichá, se mostró complacido porque cada vez más jóvenes y niños se suman a la celebración, lo que garantiza que la tradición se perpetúa a través de las nuevas generaciones.
El personaje
La leyenda del piyo
Los primeros pobladores de San Javier vivían de la caza y de la pesca. Desde que la imagen del piyo se apareció en el cielo, fue adorada y le dedicaron el fruto de su trabajo.
Unión de culturas
La veneración al dios piyo siguió hasta la evangelización cuando los jesuitas permitieron, en principio, que continúe; pero luego condicionaron a que se lo hiciera en honor a San Pedro y a San Pablo, cada 29 y 30 de junio.
La vestimenta del Yaritú
La cabeza tiene un tocado de plumas de piyo (ñandú). Inicialmente utilizaban máscaras con piel de animales porque no eran dignos de mirar directamente al piyo. Actualmente se remplaza por máscara de tela con imágenes. El resto del vestuario es camisa y pantalón blanco, una capa de colores, herencia de la evangelización y un bastón, además del paichechí (sonajero), panacú en la espalda con carne del monte, maíz, yuca o plátano.
hermosas tradicones
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