Hoy se vive uno de los días más esperados del año, por los orureños y extranjeros que llegan hasta Bolivia atraídos por la magnificencia de la fiesta, como es el Carnaval de Oruro, Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad; quienes son testigos del milagro de la Virgen del Socavón, que reúne a miles de danzarines en su nombre.
Los devotos mediante el sacrificio de la danza llegan hasta sus pies para expresar su sentimiento de fe, devoción y amor, luego de peregrinar bailando por las calles de Oruro.
Se podría decir que los milagros de la Virgen del Socavón son constantes y que solo sus fieles tienen la capacidad de describir o vivir de distintas maneras.
Este hecho de religiosidad es un proceso que data de hace algunos siglos y que se puso de manifiesto en 1789, por ejemplo, con las leyendas y relatos que se originaron en la Villa de San Felipe de Austria, hoy Oruro. Entre los populares está la leyenda del Chiru-Chiru, un joven dedicado a robar y cometer fechorías, principalmente a los ricos, quien vivía en un paraje abandonado cerca al cerro denominado como Socavón de la Virgen.
Un día, quienes lo conocían, notaron su ausencia y tras varios días lo buscaron. Eran los mineros que con gran sorpresa lo encontraron sin vida en ese paraje abandonado, sin embargo, la muerte del Chiru-Chiru no fue lo que les afectó más, sino la imagen de la Virgen Morena del Socavón, que estaba en su cabecera.
Otro hecho que está registrado es la leyenda del Nina Nina, conocido en su época como Anselmo Belarmino, quien se enamoró de Lorenza Choquiamo, hija de un potentado comerciante de nombre Sebastián Choquiamo. Un día deciden darse a la fuga, sin embargo, son descubiertos por el padre de Lorenza, quien en una pelea encarnizada, logra clavar una daga en la humanidad del Nina Nina. Él, herido de muerte, es auxiliado por una mujer extraña que lo llevó hasta el hospital de la ciudad. Allí cuenta lo sucedido al cura que lo confesó, Carlos Borroneo Mantilla, se transmite el milagro a los mineros, quienes en su cueva encuentran indicios de velas que eran prendidas por Anselmo a su protectora, la Virgen del Socavón.
Finalmente, la mitología del Carnaval de Oruro señala que el pueblo Uru no quería someterse al semidios Huari, quien ante la negativa de adorarlo, envía cuatro plagas de los distintos puntos cardinales. La víbora desde el Sur, un lagarto desde el Norte y miles de hormigas desde el Oeste y Este.
El pueblo al verse abatido por las plagas monstruosas, clama piedad. Es así que del firmamento aparece una Ñusta, quien logra vencer a las plagas convirtiéndolas en el caso de la víbora, el sapo y el lagarto en piedra. Mientras que a las hormigas las convirtió en arena, derrotando así a Huari, quien se esconde en el interior de las montañas.
En agradecimiento, el pueblo Uru decide vestirse de diablos para ridiculizar a Huari y bailar en honor a su Patrona, la Virgen del Socavón. De igual forma pasó con los mineros que se disfrazan de diablos para demostrar su sacrificio de fe y devoción mediante la danza, por las leyendas ya mencionadas. Esos son los grandes milagros de la Virgen que año que pasa se adhieren más fieles, precisamente por los milagros personales que realiza.
Los fieles no se quedaron solo con la danza de la diablada, sino que comenzaron a crear una serie de danzas que ahora son parte de la Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad, cuyo título le fue otorgado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) el 18 de mayo de 2001.
Así es el Carnaval de Oruro, único en su género, tiene su esencia en la fe hacia la Virgen del Socavón, pero que también tiene una mezcla con lo originario, por eso se dice también que es una simbiosis entre lo religioso y pagano.
Hoy en día miles de danzarines llegan a sus pies disfrazados de diablos, morenos, tobas, kullawas, tinkus, caporales, suris, kallawayas, kullawas y otros, para pedir perdón por los errores cometidos y en segundo término para agradecerle por los milagros realizados.
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