Este es un ritual que identifica a Potosí, particularmente a las comunidades de San Pedro de Buena Vista, Pucara, San Marcos, Ayoma, Aullagas, Surumi, Antora, Pitantora, Chayala, Colquechaca, Macha y otras que pertenecen indistintamente a las provincias Chayanta y Charcas del norte de la geografía potosina.
Este ritual tiene origen en los enfrentamientos a muerte entre indígenas de Laymes y Jukumanis en San Pedro de Buena Vista y otros ayllus de Macha, municipio de Colquechaca, allí donde precisamente nació esta justa de varones, demostrándose la valentía o crueldad que pasa el límite humano con el estímulo de bebidas espirituosas.
La palabra “Tinku” tiene origen en el idioma quéchua, cuyo significado es “Encuentro”; siendo para los ayllus o comunidades del Norte de Potosí, la lucha individual o entre grupos indígenas.
Este ritual sangriento que se lo practica desde la época pre-colonial con el nombre de “Tinku”, expresa tres actos simbólicos tradicionales que se ofrecen el 3 de mayo de cada año, oportunidad en la cual se observa, primero el combate individual con látigo, luego la pelea a puño, y por último el encuentro colectivo o mixto entre dos bandos opuestos.
Este ritual es una muestra de sincretismo entre lo católico y las creencias andinas, considerando que el “Tinku” ya se lo practicaba antes de la llegada de los españoles a esta parte de América, habiendo sido en su origen una diversión popular de los aborígenes, para luego convertirse en dirimidora de pleitos, rencillas, enemistades familiares, odios personales y otros, desvirtuando el motivo de su creación.
En el Tinku pre-colonial no se utilizaba ni se conocía las monteras trabajadas de cuero de vaca, simplemente eran los “chullus” de lana de alpaca y llama que, siendo tejidos tupidamente y en distintos tamaños, cubrían la cabeza de los combatientes.
Una vez conquistadas estas tierras por los ibéricos de España y transcurrido cierto tiempo, el “Tinku” tuvo mayor profusión en sus lugares de origen, con la implementación de la montera que se la trabajó en imitación a los cascos de los capitanes españoles, en base a cuero de vaca, sabiendo que este elemento servía como el mejor protector de la cabeza frente a los golpes o caídas en lucha cuerpo a cuerpo.
Los protagonistas de este “Encuentro”, hoy en día son grupos de 20, 50, 100 y hasta 200 combatientes que asisten al ritmo de los “Jula-Julas” a la “Fiesta de la Cruz” que se realiza cada 3 de mayo en la localidad de Macha, municipio de Colquechaca de la Provincia Chayanta del Departamento de Potosí.
MUCHA SANGRE Y BUENA COSECHA
De siglos atrás se viene repitiendo esta práctica, con la tradición de ofrendar sangre a la “Pachamama” y ver quién es el más fuerte o quién tiene espíritu guerrero. Es también una buena oportunidad para que los jóvenes de aquellas comunidades de Charcas y Chayanta, midan su hombría y muestren su madurez.
En la contienda es importante que se derrame sangre, y de existir una muerte, se dice que es un buen augurio para tener un año agrícola mucho mejor del pasado.
FIESTA DE LA CRUZ
La tradicional pelea campesina, empieza en la fiesta del Señor de la “Santa Vera Cruz” (Verdadera Cruz) o “Pachaca” que celébrase cada año en fecha 3 de mayo, aún de que la citada festividad empieza dos días antes de la fecha señalada para finalizar el 5 de mayo.
Como antesala a la fiesta, los pasantes o prestes realizan los preparativos para atender a los comunarios que, sumándose al acontecimiento, hacen prolongadas “veladas” para asegurar la bendición del Todopoderoso.
El 2 de mayo amanece con petardos de dinamita en toda la región de Macha, para luego realizarse el traslado de la imagen religiosa del “Cristo de la Cruz” hasta el montículo de El Calvario donde existe una capilla dedicada a la citada imagen religiosa.
A media noche es costumbre realizar la “Ch’alla”, pidiendo a las cumbreras que la fiesta pase sin problemas negativos y augure un buen año para cada uno de los ayllus.
El 3 de mayo, siendo fecha principal de la fiesta, todos los comunarios visten con elegancia a la usanza de sus antepasados, estrenando algunas prendas de vestir: ponchillos, chaquetillas, chalinas, ñucos y, colocándose las mejores monteras con penachos o plumas a color en la parte superior; llevando consigo las infaltables zampoñas, para luego juntarse con sus ayllus y trasladarse hasta la plaza de Macha, allí donde practican la danza guerrera de los “Jula-Julas”.
La imillas y los hijos de éstas, portando banderas blancas, bailan al son de los “Jula-Julas”, haciendo un círculo alrededor de los combatientes. Las coplas hablan de su marcha hacia el pueblo. La llegada a éste y el anuncio de la presencia de su ayllu se efectúa mediante el ronco sonido del pututu, cuando cada uno de estos grupos delimitan su territorio en las calles del pueblo, sin dejar de cantar o bailar, hasta el momento en que los más enardecidos guerreros toman posesión de una y otra esquina de la plaza, listos para el combate, haciendo sonar sus pututus y gritos estremecedores, presagiando el inicio del combate, zapateando y levantando polvareda.
Basta un insulto, para que los espíritus enardecidos se agarren a “warak’asos” y luego empezar con el enfrentamiento cuerpo a cuerpo. En este trance, unos escapan, mientras los otros defienden la dignidad de su comunidad, hasta que la pelea se hace incontrolable y la fuerza física de unos y otros se patentiza en resistir los golpes que recibe el adversario, tratando de que haya sangre o muerte.
En caso de que un ayllu es rebasado en número o está a punto de ser derrotado o vencido, puede acudir al “aymi” o “mink’a”, pidiendo auxilio al ayllu amigo, hasta el momento en que el alférez interviene en la misma para dar por terminada la pelea.
El propósito de ese enfrentamiento es el defender la dignidad de cada ayllu y ofrendar a la Pachamama algo de sangre humana. Si esto no pudo ocurrir el 3, será el 4 de mayo, después de ser bendecidas por el cura todas las cruces “Pachaqas” traídas por los diferentes ayllus. En todo caso, el “Tinku” se produce a sola mirada de ofensa o un movimiento de cabeza en señal de pelea, siendo ello un desafío de lucha.
En este caso y siendo el cuarto día del “Tinku”, ya no se observa la pelea de guerreros indígenas en grupo, sino la lucha individual de uno contra otro, para ello, cada ayllu elige al combatiente más decidido y representativo. Luego los dos combatientes designados para defender el honor de sus ayllus, entran al medio del círculo donde se inicia el combate que, luego de una lucha feroz y sangrienta, uno de los dos tendrá que caer al suelo, lo que significa la derrota esperada.
Solo así termina ese “Encuentro” de ayllus, calmándose los ánimos hasta el día siguiente en que el pututu deja de sonar y sólo se escucha el sonido musical del charango con un kaluyo o un triste y la promesa de retornar el próximo año: “Tinkunakama Kachun ari” (hasta nuestro próximo encuentro).
Esta práctica sangrienta es acompañada por una danza peculiar potosina donde la música le da el ritmo característico de los pasos de combate.
*Presidente de la Sociedad Geográfica y de Historia Potosí
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