Al ritmo de la música autóctona de los ayllus, el presidente Evo Morales participó ayer en la entrada folklórica tradicional en el pueblo que lo vio nacer: Orinoca, departamento de Oruro.
La comunidad de Orinoca se vio sorprendida gratamente con la visita inesperada de Morales, quien compartió además los ritos ancestrales efectuados por motivo del carnaval.
El Presidente bailó y festejó al compás de la comparsa Unión Central, Los Brillantes, agrupación que lució orgullosamente trajes típicos con aguayos y tejidos andinos.
Habitualmente la población de Orinoca es bastante amable, hospitalaria y alegre, cualidades que con la presencia del Presidente se incrementaron y le dieron otro matiz a la fiesta carnavalera de este 2016.
“Estamos muy contentos porque vemos que nuestro querido Presidente nunca se olvida de sus raíces, porque es del pueblo y siempre pone en alto al pueblo”, remarcó Francisco Colque, originario de la región.
De igual modo, el gobernador de Oruro, Víctor Hugo Vásquez, aseguró que es una gran celebración, pues se festeja de manera conjunta con el “hermano Presidente”.
No obstante, el folklore y las tradiciones carnavaleras no solo se manifestaron en la cuna del Presidente, sino que en diversos lugares del país se revivió la cultura y las costumbres.
En la Paz el Jisk’a Anata convocó al menos a 48 agrupaciones, las cuales participaron de la entrada autóctona.
Esta fiesta, cuyo nombre en la lengua aymara significa ‘fiesta pequeña’, representa el inicio del período de las cosechas.
Este año, se notó mucha desorganización en esta fiesta, al igual que en el corso infaltil desarrollado el sábado.
Por otro lado, en Tarija se vive un carnaval dedicado a la campiña. En varias comunidades se festeja al son de la rueda, la cueca y cacharpayas. Los chapacos se brindan para que los visitantes consuman riquísimos platos criollos y bebidas, entre los que destacan la chicha y los coctelitos a partir de singani y licor de caña, más conocido como el ‘cañazo’.
Entretanto, en Santa Cruz continúa la fiesta y la mojazón, donde la gente se aventura a caminar por las calles, corriendo el riesgo de ser mojados y se expone a la espuma y tinta.
Todos los rincones del país vivieron, a su manera, gratos días en los que se compatió alegría, fiesta y cultura.
Sin embargo, hoy prima, en gran parte del territorio, la tradicional ch’alla.
Sin dejar de lado la alegría, los juegos con agua y el baile, se da paso al encuentro con la sabiduría ancestral.
“La ch’alla es una ceremonia de reciprocidad con la Pachamama que se basa en el acto de regar la tierra u otro bien con alcohol y elementos simbólicos, es una ofrenda para dar gracias”, explicó Cancio Mamani, responsable de la unidad de Antropología del Viceministerio de Descolonización.
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