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13 de agosto de 2016
Urkupiña Una devoción de más de 3 siglos
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Año tras año, hace más de tres siglos, cientos de peregrinos llegan a Quillacollo en agosto para visitar y expresar su devoción a la patrona de esa ciudad, la Virgen María de Urkupiña.
La tradición y la leyenda relatan que en la época de la colonia, a mediados de 1700, aproximadamente, en la comarca de Cota (sudoeste de Quillacollo), vivía una humilde familia de campesinos que tenía una hija que cuidaba a las ovejas.
La pastorcita se dirigía diariamente hacia las bajas colinas del frente de Cota, pasando el río de Sapinku donde había agua y pasto para su rebaño. Un día de agosto, se le apareció una señora con un hermoso niño en sus brazos con quien sostenía largas conversaciones en quechua. Frecuentemente, la pastorcita jugaba con aquel niño en las aguas de una vertiente que brotaba de las rocas.
Desde entonces, la niña demoraba al retornar a su casa, por lo que sus padres le preguntaron el motivo de sus tardanzas, la niña relató sus encuentros con la señora. Decía que la “mamita y su niñito” descendían a jugar con ella. Al oírla, sus padres se alarmaron y se dirigieron a la colina para convencerse del increíble relato de la niña.
Anoticiados del acontecimiento, el párroco y los vecinos decidieron cerciorarse de su veracidad, acudiendo al lugar guiados por la niña. Cuesta arriba del cerro estaba la señora, y al verla la niña gritó en quechua: “Jaqaypiña urkupiña, urkupiña” (Allí está, ya está en el cerro).
La señora al llegar a la cima, desapareció, pero lograron ver una imagen celestial que se esfumaba entre los algarrobos, cactus y ululas. En el lugar, hallaron una imagen de la Virgen y la trasladaron en procesión hasta la capilla de Quillacollo y desde entonces es conocida como la virgen de Urkupiña y su fiesta es el 15 de agosto en honor a la Asunción de la Virgen María. (1970, Mercedes Anaya de Urquidi).
El párroco del Santuario de Quillacollo, Víctor Benavente, señala que hay historiadores que sitúan esta leyenda en el año 1681, otros en 1745 basados en algunos documentos y pinturas de esas épocas que hacen referencia a la Virgen.
Según Benavente, la imagen de la que habla la leyenda, es la hoy entronizada, aunque tiene varias restauraciones, debido a los daños que sufrió en los tres incendios del templo.
Recordó que un expárroco le contó, también con base en testimonios, que la imagen estaba sobre unos libros cubiertos por un tapete, para que sea más alta; y éstos se quemaron y afectaron la imagen, por lo que tuvo que ser restaurada.
Señaló que hay una versión que está siendo investigada, que sostiene que la imagen de la Virgen de Urkupiña hallada en el cerro fue hecha junto a la de Copacabana por Tito Yupanqui y que su ayudante llamado el “Quimichu”, que iba de pueblo en pueblo llevando imágenes de la Virgen, la trajo en 1600. Se la encontró en el cerro donde, se cuenta, murió el “Quimichu”.
El actual templo de San Ildefonso, hoy santuario de la Virgen de Urkupiña, se empezó a construir en 1908 por el impulso del párroco Fructuoso Mencía Balderrama (1836-1926) y fue concluido en 1947.
Según testimonios recogidos de los pobladores de Quillacollo, el párroco convocó al pueblo para ayudar a trasladar piedras desde el cerro de Cota para la construcción del templo. Todos fueron hasta el cerro, llevando sus bestias y carretas, incluso la imagen de la virgen quien también cargo una piedra en un aguayo amarrado en su espalda.
Las paredes y torres del templo se levantaron con todas esas piedras, que no se ven por el revoque de cemento.
El 8 de diciembre de 1998, mediante Decreto Arzobispal 1998/091, el Templo de San Ildefonso fue declarado Santuario de la Virgen María de Urkupiña.
“NOS CONDUCE A LA MISERICORDIA”
El lema de la Festividad 2016: “María de Urkupiña nos conduce a la misericordia del Padre” es una invitación a asumir nuestra actitud como hijos de Nuestra Madre la Virgen María, nuestra mamita de Urkupiña, que nos muestra el rostro amoroso de Dios Padre.
En enero de este año, entorno al Año Jubilar de la Misericordia, el santo padre Francisco abrió la Puerta Santa en la Basílica vaticana de Santa María La Mayor. En esta celebración, el Papa mencionó que la Virgen María es “peregrina con nosotros para no dejarnos nunca solos en el camino de nuestra vida, sobre todo en los momentos de incertidumbre y de dolor”.
Son miles y miles de personas que durante el año, y particularmente los días de la festividad, vienen peregrinando a los pies de la mamita de Urkupiña, trayendo sus necesidades, sufrimientos, enfermedades, pero también acciones de gracias, logros, alegrías; para que ella, como Madre Nuestra, las presente a Dios.
Esta acción de la Virgen es la muestra máxima del Amor Misericordioso, que se abaja a la miseria humana, que siente la desdicha, y no la abandona, pues busca que “la tristeza se transforme en gozo”. Es por ello que no nos sentimos solos, tenemos Nuestra Madre María, como protectora e intercesora; que conoció los sufrimientos humanos, que supo ser misericordiosa durante su vida en la tierra y lo es también desde el cielo.
También, el Papa recordó que María es Madre de Dios que perdona, “que da el perdón, y por eso podemos decir que es Madre del Perdón”. La palabra «perdón» –que es “poco comprendida por la mentalidad mundana– indica, sin embargo, el fruto propio y original de la fe cristiana. El que no sabe perdonar no ha conocido todavía la plenitud del amor. Y sólo quien ama de verdad es capaz de llegar a perdonar, olvidando la ofensa recibida”. Hasta aquí las palabras del Papa.
Por tanto, que esta festividad nos acerque al hermano y hermana que sufre, que necesita, al igual que lo hace Nuestra Madre la Virgen María. También nos una en el perdón y la reconciliación que tanto necesitan nuestros países, nuestros pueblos y nuestras familias. Seamos también nosotros conductores de la Misericordia del Padre.
Mons. Óscar Aparicio Céspedes
Arzobispo de Cochabamba
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