22 de mayo de 2017

Tinku, encuentro de sangre



Uchu caraju, uchu caraju”, es lo que gritan o por lo menos lo que se alcanza a entender. Y corren en círculo alrededor de la plaza, buscando con la mirada algún enemigo casual para descargar su furia alimentada con esa mezcla alcaloide de alcohol y hojas de coca que abultan sus cachetes. Luego, el warakaso (golpe con mano cerrada que a diferencia del boxeo, por ejemplo, no se realiza con los nudillos sino más bien con la parte interna de ese puño) que va y que viene, demandando sangre, mejor si es mucha, siguiendo las creencias de estos combatientes que buscan bendecir a la Pachamama por una mejor ventura en épocas de siembra y cosecha. Esa es la principal actividad y atracción de la Fiesta de la Cruz, la cual se realiza cada 3 de mayo en el pueblo de Macha, provincia Chayanta del norte de Potosí, donde algunas cosas han cambiado. Mas la violencia no para.

Hombres y mujeres se acicalan para la fiesta en Macha con el tinku como centro de atención.

Según el investigador Tito Burgoa, el tinku, ritual preincaico que combina el combate, la danza y la música, se practicaba desde el 4000 a. C. El significado de la palabra en quechua es “encuentro” y en aymara “ataque físico”; el mismo es practicado como un rito ceremonial mezclándose con la costumbre, filosofía y religión de los pueblos originarios para su devoción mística y bendición de la tierra. Por ello es bueno que haya sangre, ofrecida a la Pachamama. Los prolegómenos del evento hablan de una intensa actividad comercial, propia del mundo andino. La misma se inicia el 2 de marzo y permanece hasta el final de la celebración que antaño se extendía por una semana. El miércoles 3 se realiza una wijlla (mesa ritual) y sacrificios de ovejas, llamas o vacas como ofrendas a la Pachamama, en las localidades vecinas a Macha, que también vive su propia ceremonia y ch’alla con chicha y alcohol al tata Santa Veracruz en la apacheta de un cerro cercano. En total serán 62 las comunidades que se medirán a golpes en el ritual fijado, que deberán marchar a sus hogares y descansar temprano para las contiendas del jueves 4.

Pero aún es miércoles y los visitantes y turistas llegan de a poco. Y de indistintas regiones del planeta. Como Paco Mamani, un cochabambino que migró a la ciudad argentina de Salta hace más de dos décadas por trabajo, pero que siempre retorna al país para no olvidar sus raíces. O como Hiro Yamamoto, un estudiante japonés de antropología que eligió para su masterado una investigación sobre la patrimonialización del legado cultural boliviano. “Yo voy a entrar bailando con los del Colquechaca, que amablemente me han invitado”, dice el mal llamado “chinito”.

Para celebrar la fiesta desde la madrugada del jueves (los tinkus de Colquechaca parten de su pueblo que queda a 20 kilómetros a oscuras y se dirigen a Macha bailando), hombres y mujeres visten sus mejores mudas. La vestimenta originaria exhibe una chaqueta multicolor, un pantalón de bayeta, abarcas de goma, montera y almilla entre los varones, y vestidos de bayeta y tejido para las mujeres. Aunque en las recientes versiones, como la de este año, destacan las preferencias de los jóvenes que eligen el pantalón de jean y zapatos o zapatillas de reconocidas marcas, a la par de presentar un corte muy a la moda, “estilo Ronaldo”, según aclaran ellos mismos. Hay cosas que sí han cambiado, “antes solo se tomaba chicha, singani o alcohol, ahora ya llega hasta cerveza argentina y esas latas de ¿cómo se llama? ahh, un tal Red Bull”, dice un tinku que sobrepasó los 60 y que continúa peleando.

Este rito ceremonial constituye un combate entre miembros de las comunidades partícipes que cuenta con hombres principalmente pero en el que también participan mujeres.

Cerca de las nueve de la mañana se inician las rondas de música y danza y el reparto profuso de alcohol. Las jóvenes de polleras cortas y flores en el cabello hacen de coristas, sirven singani y registran todo en sus aparatos iphone. Pasan las horas y tras dar vueltas y vueltas alrededor de la plaza, con el trago también girando en la cabeza, los desafíos aumentan y finalmente encuentran su momento ante la atenta mirada de la Policía. Entonces empiezan los golpes entre hombres del “mismo taco” (similares proporciones físicas) y cholitas que no le escapan al asunto ante la mirada de niños y adolescentes que deben impregnarse del ritual que en algún momento también practicarán. Luego, los heridos de siempre que caen manchando de sangre su sitio. Para bendición de la tierra.

Baile. Los tinkus mayores cantan, bailan, tocan sus instrumentos antes de dar inicio a los combates.

Sangre para la fertilidadSegún el historiador José Reynaga Padilla, el tinku es un encuentro de los ayllus grandes de manqhasaxa (los de arriba) y alaxsaya (los de abajo). De acuerdo con las tradiciones, el combatiente que ha sido vencido debe derramar su sangre con abundancia como un sacrificio u ofrenda para la Madre Tierra, para que en ese año la cosecha sea abundante. Este año, Julio Tino Choque, de 37 años, falleció al ser impactado en el pecho con una piedra cuando participaba de la fiesta.

Funerarias para el pueblo

Macha tiene una población de más de 2.000 habitantes y un clima semitemplado. Su economía se basa en la producción de haba, papa, cebada, maíz, trigo, hortalizas, legumbres, durazno, tuna y pera; aunque sus habitantes también se dedican a la crianza de ovejas, cabras, vacas, cerdos y llamas. Cuentan con todos los servicios básicos y una peculiaridad: tres tiendas que funcionan a la vez como funerarias, donde es posible encontrar ataúdes desde Bs 200 hasta 1.500.

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