La danza de la diablada, característica de Oruro, es un culto al maligno supay y la liturgia católica; sin embargo, con el diablo no solamente se baila en Bolivia, sino también que Ecuador también tiene una tradición parecida, se trata de la “diablada de píllaro”, una práctica que renace cada Año Nuevo en los Andes.
Según EFE, el Año Nuevo llega a Píllaro (Ecuador), una colorida y pujante ciudad del centro de Ecuador, con diablos que danzarán sin parar durante toda la semana con un ritmo que contagia y que convoca a renovar y purificar el alma.
Se trata de la “Diablada de Píllaro”, un festejo parecido al del Carnaval de Oruro (Bolivia), donde sus personajes son danzantes disfrazados con máscaras de diablos que, lejos de asustar, convocan a disfrutar de una tradición milenaria.
La celebración comenzó el 1 de enero y se extenderá hasta el domingo con “partidas” o grupos de diferentes barrios y asociaciones sociales y culturales de Píllaro, que bailan por las calles de la ciudad con un ritmo frenético que contagia fácilmente.
El pasado martes, las “partidas” deleitaron a casi 30.000 visitantes que llegaron a esta ciudad andina de la provincia de Tungurahua para celebrar con los diablos al Año Nuevo, según comentó a Efe su alcalde, Patricio Sarabia.
Se prevé, agregó, que entre el viernes y el domingo acudan a la celebración unos 60.000 visitantes cada día, lo que supondrá un aumento de turistas respecto al año pasado.
“Ha aumentado un poco”, gracias a que “se amplió el recorrido y se han ampliado los graderíos” para que los visitantes observen los desfiles y comparsas, añadió el Alcalde.
Miles de vecinos participan en la celebración y ahora también extranjeros suelen incorporarse a la danza, contó Sarabia al señalar que este festejo se asemeja mucho a otros de origen Inca, como el de Oruro, u otros que se realizan en algunas localidades de Perú y Chile.
El alcalde de Píllaro dijo soñar con el momento en que se den cita en su ciudad representantes de esas otras “diabladas”, aunque admitió que “el factor económico es un enemigo” para esta iniciativa.
Para él, también debería “haber una promoción cultural y turística de la Diablada”, con paquetes turísticos promocionales para que lleguen visitantes extranjeros.
“Vengan a bailar con los diablos”, al menos “una vez en su vida”, pues se trata de una “experiencia única” que reconforta el alma y brinda una nueva perspectiva para apreciar la milenaria cultura andina.
De su lado, Ángel Velasco, un artesano pillareño, recordó que empezó con el oficio de confeccionar las máscaras de diablos hace 43 años, y que ha ido perfeccionando su técnica hasta ser valorada fuera del país.
Incluso comenta que varios de sus diseños se pueden apreciar en los festejos de Oruro desde hace unos diez años, cuando envió hasta esa ciudad boliviana sus máscaras de diablos, adornados con cuernos de cabras o reses y pinturas especiales.
La “Diablada de Píllaro”, para Velasco, además de ser un “patrimonio intangible” del país, es un tiempo para “disfrutar de una comparsa. No es un culto al diablo sino una danza. Se siente una alegría desbordante cuando ya llega el inicio del año y se sabe que los diablos volverán a bailar”, agregó.
Sus máscaras son elaboradas de forma meticulosa y cada una de ellas, dependiendo el modelo y el tiempo de elaboración, puede llegar a costar entre 60 y 200 dólares.
Artistas, políticos, académicos y muchos extranjeros han llevado sus diseños, que también adornan hogares y museos en el exterior, agregó Velasco, con orgullo de su oficio y convencido de que no se trata del diablo, sino de “una tradición antigua que le gusta a la gente”.
DIABLADA DE ORURO
Según información de La Patria de Oruro, la diablada tiene una particularidad muy esencial, que ninguna otra diablada del mundo, plagiada a la nuestra, la tiene, y es precisamente su relato, el “Relato de la Diablada”, que data como su danza, de tiempos inmemoriales.
Se dice, que el primer relato de la diablada nació en Paria, primera ciudad de Bolivia fundada en 1535. Unos autores mencionan que la data del relato es del siglo XVIII, mientras que otros afirman que es de mediados del siglo XVI, aunque no hay certeza de ello.
Según Augusto Beltrán Heredia, en su libro “El Carnaval de Oruro-Bolivia”, señala que el fondo de la representación del “Relato de la Diablada” no es otro que aquel pasaje bíblico de la rebelión de los diablos, en las etapas sucesivas de la eterna lucha del bien y del mal.
“De base esencialmente moral, la obra tiene una finalidad, sugerente al evidenciar un tema religioso dentro del ambiente vernáculo del pueblo”, afirma.
Por su parte, Jorge Vargas Luza afirma en su obra, “La Diablada de Oruro, sus máscaras y caretas”, que el relato de la diablada fue escrito originalmente por el cura Ladislao Montealegre.
Vargas asegura que la importancia de la representación de este drama radica en el desarrollo del “Auto Sacramental” de la lucha dialogada, al enfrentarse las fuerzas malignas con el representante de Dios.
Primeramente, dice, Lucifer interviene dando a conocer su poder, arengando a sus huestes a seguirle y a revelarse contra el Demiurgo. Seguidamente, aparece en escena el arcángel Miguel para entablar lidia hasta derrotarlo: Sin embargo, a continuación hace su aparición Satanás que en defensa de su amo reclama el derecho a gobernar a los cristianos y corre la misma suerte.
Una vez derrotados Lucifer y Satanás, el Ángel exige la presencia de cada uno de los siete diablos que personifican a los siete pecados capitales. Estos a su turno confiesan su labor de perdición terminando por sucumbir ante la presencia divina.
Finalmente, es convocada la compañera inseparable del demonio, la China Supay, que en su afán de tentar al Ángel es recriminada y derrotada al igual que sus secuaces, dando de esta manera fin a la titánica lucha con el triunfo del bien.
De todas maneras queremos reflejar en forma inextensa a continuación el relato de la diablada, publicado en el libro de Alberto Guerra Gutiérrez “Antología del Carnaval de Oruro (Cuentos y leyendas)”.
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