“las causas de esta elección, pueden estar directamente relacionadas con el problema de la idolatría... Las razones porque en el Perú se use las tres personas iguales puede ser la de omitir la forma de paloma para el Espíritu, que iría contra la norma de los extirpadores de abominar la adoración a los animales”.Pero volvamos al cuadro que Genoveva Carrión llevó al monasterio de las Concebidas en La Paz. Vilela nos sigue contando su historia dentro del monasterio:
“El cuadro pasó de mano en mano hasta que el año 1842 se hallaba al cuidado de Sor Josefa Carrión, una de sus herederas. Le sucedió en aquel culto su pupila Sor Petrona Carrión. Acaecida su muerte se hizo cargo Sor Mica Carrión. Esta monjita, al igual que sus antecesoras siguió la tradición venerando al Señor del Gran Poder hasta el final de su existencia. Cuando la muerte rondaba su lecho de enferma pidió que su adorada imagen fuera trasladada juntamente con ella a la enfermería del Convento donde no le faltaría flores ni velas”.
Llama la atención esta persistencia del apellido Carrión en sucesivas generaciones de monjas guardianas del cuadro. Vilela aclara que en el monasterio:
“era permitida la servidumbre y alguna pariente huérfana en número de dos. Estas allegadas con el tiempo profesaban cuando tenían vocación, adquiriendo los apellidos de las religiosas a las que prestaban servicios”.
En 1904 el cuadro seguía en la enfermería, pero entonces empieza una nueva odisea:
“Según refieren sus devotos, a fines del siglo pasado, la efigie del Señor del Gran Poder había sido declarada por las autoridades eclesiásticas: ‘imagen contra rito’; es decir, que no podía ser admitida en el culto. Mas el Señor del Gran Poder con su omnipotente voluntad se sobrepuso a la incomprensión de los dómines. La sagrada imagen se mantuvo intacta gracias al celo de la monjita Irene Carrión, una de las tres huérfanas que educó Sor Mica Carrión”.
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