16 de septiembre de 2021

EVOLUCIÓN DE LA FIESTA DEL GRAN PODER Parte 1

 La celebración de fiestas con elementos autóctonos en la ciudad de La Paz es probablemente algo tan antiguo como su fundación. Desde siglos atrás, junto al núcleo “español” y “criollo” de la ciudad, esta ha tenido siempre sus barrios y parroquias periféricas “de indios”. Tales barrios jugaron un rol importante, por ejemplo, durante el cerco de Tupaj Katari en 1781, en que quedaron fuera de la zona cercada. Uno de los diarios de la época recuerda que el día de Corpus los indios hicieron “muchos bailes” y que andaban “entretenidos en sus danzas y borracheras”.

(Castañeda, 14 de junio 1781). En la época inmediatamente anterior a la consolidación de la fiesta del Gran Poder no faltan referencias a fiestas barriales periféricas, con sus músicas y danzas autóctonas. Por ejemplo, con ocasión de la fiesta barrial de Pentecostés  en Challapampa, que incluía una “entrada de bailarines aborígenes”, la prensa se queja en los siguientes términos:

“Los bailarines aborígenes en plena población.

Probablemente se debe a autorización dada por el intendente municipal, el que los habitantes indígenas sigan molestando a vecinos de Challapampa y San Pedro con sus danzas autóctonas. Una tropa de esos bailarines fue vista ayer a tres cuadras de la plaza Murillo”. (El Diario 18 y 23-III-1923). 

Se alegra, en cambio, de que otra fiesta en una antigua parroquia “de indios”, San Pedro, que ahora iba cambiando de pobladores y se llamaba Nueva La Paz, fuera perdiendo importancia:

“Por suerte en el presente año hemos podido observar cierta tendencia a dejar de lado la aparatosidad con que se acostumbra festejar ciertas festividades religiosas de carácter local en las diferentes zonas de la población, y en las que se concretaba el pueblo, especialmente el indígena, a embriagarse con exageración...

En cuanto a lo churrigueresco de la fiesta, algo también ha disminuido. Ya no se exhibieron esos grandes y antiestéticos altares donde el derroche de colorines chillones iba a la par con la ostentación tosca de frutos y productos, todo dentro de un marco abigarrado de indígenas ebrios de alcohol y de esa monótona y fatigosa música que desespera al más paciente.


Pero poco a poco, si no en forma radical, debería irse a la abolición completa de esta clase de fiestas que por su frecuencia no hacen sino constituir rémoras dentro de las diarias actividades de la población. (El Diario 30-VI-1926).

El tono de esas y otras notas periodísticas es típico de una época en que las oligarquías se apoderaban impunemente de tierras comunales y reprimían después sangrienta y fríamente los levantamientos de sus legítimos dueños diciendo que se trataba de “indios salvajes y primitivos”. Esa era la época de sublevaciones más represiones como la de Jesús de Machaca (1921) y Chayanta (1927). Recuérdese también que, cuando en 1925 se celebró el centenario de la Independencia, una ordenanza municipal prohibió que los “indios” entraran a la plaza Murillo para que la capital no desmereciera ante los ilustres visitantes llegados en dicha ocasión.

Es dentro de este contexto que en 1922 o 1923 nace en Chi’ijini la fiesta del Gran Poder, como expresión simbólica de la identidad del nuevo barrio. Vimos ya algunos primeros festejos desde antes de la construcción de la capilla en la calle Gallardo (1.3). Otra fecha citada como inicio formal e ininterrumpido de la celebración es el año 1927. El 19 de mayo de dicho año se fundó la Fraternidad Diablada de Bordadores, que sigue participando como la más antigua hasta el día de hoy:

“Fue fundada en acto solemne y con asistencia de todos los socios, en el local de nuestro socio Sr. Santos Laime, ubicado en las calles Illampu y Max Paredes (sic)... Estaba constituida por los siguientes bordadores: Lucio Chuquimia Illanes, Juan Chuquimia Illanes, Crisóstomo Chávez, Inocencio Quisbert, Gregorio Mendoza, Antonio Viscarra”. (Documento recordatorio de las Bodas de Oro, 1976).

 


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