29 de septiembre de 2021

EVOLUCIÓN DE LA FIESTA DEL GRAN PODER Parte 4

 A las doce y treinta se efectúa la Procesión General. La imagen, sobre andas adornadas de flores y tules, es acompañada por el Señor Preste, que ceremonioso y pleno de orgullo sostiene el Guión de la Junta de Vecinos, junto a los Caballeros del Santo Sepulcro, que se distinguen por una argolla morada en el brazo; a los bailarines, pueblo y carros decorados”.

Entre los bailarines que aquel año acompañaron la procesión (no había todavía Entrada) y siguieron actuando por las calles del barrio, se menciona algún grupo que continúa hasta hoy, como la Diablada Tradicional del Gran Poder y Los Ch’utas del interior; otros nombres ya han desaparecido. Paredes aclara que por aquella época, “en su mayoría son disfrazados de diablos”. Habla también de sikuris, tundiquis (negritos), awki awki, y subraya la importancia de los doctorcitos, variante modernizada del anterior. Concluye señalando la dimensión religiosa con que participan esos conjuntos:

“Los conjuntos folklóricos tienen de obligación de dar el primer baile y el remate, o sea el último, en la puerta del templo, como demostración de respeto a la imagen, por tradición religiosa y también por superstición, cuyo fondo es temor al castigo divino que puede llegarles si no lo hacen”.

En contraste Antonio Paredes describe así la fiesta del mismo año en el Gran Poder Nuevo, de la calle Max Paredes:

“En esta capilla nueva, los festejos no tienen tanto colorido como en la antigua... Se ha restringido la presentación de conjuntos folklóricos de danzantes, las verbenas populares; y entregándose la organización de la fiesta, que en la otra está a cargo de un preste, a una Sub-junta de Vecinos."

Pocas son las características: exponen en la sacristía las vestiduras sagradas y los objetos litúrgicos, que el pueblo para mirarlas tiene que pagar veinte bolivianos por persona. En la puerta, niñas y mujeres prenden en las solapas de los transeúntes recuerdos, que ellas así llaman a pequeñas efigies del Señor del Gran Poder impresas, por las que también hay que obsequiar una cantidad de dinero.

Los curas, por no dar lugar a reuniones populares, se niegan hasta celebrar la misa de fiesta en el templo, motivo por el que los vecinos, ofendidos por esta actitud, insertan en sus programas impresos la siguiente nota:

“La misa de fiesta del Señor del Gran Poder de la calle Maximiliano Paredes se llevará a cabo en la Basílica Menor de San Francisco, por haber negado el párroco su celebración en su templo”. (Paredes 1976: 126-127).

Mons. Juan Camacho nos ofrece su propia visión de lo que era la fiesta una década más tarde, el año 1966. Se refiere al Gran Poder Antiguo:

“Cuando yo regresé de Europa Mons. Abel Antezana y Rojas me llamó a su oficina y me dijo: ‘No puedo arreglar este problema. A ver si tú pudieras.’ Le acepté por tres meses y me quedé cinco años... Tengo recortes de los diversos diarios donde dicen que el padre Juan Camacho puso fin al permanente entredicho entre la Junta de Vecinos y la Parroquia...

El año 1966 fue la primera vez que estuve aquí. Entonces no había la Entrada Folklórica. La fiesta no siempre ha comenzado con conjuntos folklóricos. Alguna vez aparecía un conjunto, dos conjuntos, si venían. A las dos aparecía un conjunto. Todos sacaban la cabeza por la puerta [de la iglesia]. Aparecía otro a las tres; otro a las cinco.

No había organización. Entonces uno de los entusiastas, junto con algunos conjuntos, era este señor Calderón. El presidente de la junta de vecinos era este señor Valderrama.

... Entonces les reuní y les dije: ‘¿Cómo podemos hacer para quitar la parte negativa de estos conjuntos y que haya una organización? La parte negativa es la embriaguez excesiva con los escándalos consiguientes... Resolvimos reunir a todos los conjuntos folklóricos que entonces llegaron a doce, para gran admiración de todos. Hicimos más de seis reuniones.

La directiva estaba compuesta por todos los cabezas de los conjuntos. Como vicepresidente estaba don Humberto Valderrama, el presidente de la Junta de Vecinos; y yo como presidente. Había donado yo diplomas para todos los conjuntos que entraran debidamente. Calificábamos nosotros desde el palco oficial que estaba ubicado en el balcón de la casa parroquial... Fue una entrada llena de colorido, lujo, belleza. Pasaron muy bien el día sábado. Calificamos sobre coreografía, presentación, etc. Personalmente les advertí: ‘Queda descalificado el conjunto que pase en estado de embriaguez’. Recuerdo que espontánea y libremente la Diablada de la Santísima Trinidad entró al templo y me buscó. Todos formados se sacaron la máscara e hicieron “el cuatro”... Después vinieron los Ch’utas del Interior diciendo, ‘Mire, padre, estamos sanitos’. Yo estuve muy feliz, aunque en los días siguientes se desquitaron.

... Esta fue la primera vez que se hizo una entrada organizada. Comenzó en el Cementerio y terminó al final de la calle Gallardo. Luego cada “conjunto se fue a la zona que le habíamos asignado, y durante una hora y media hicieron demostraciones coreográficas. Fue un espectáculo precioso. El jurado calificador recorrió los doce lugares.

¡Cómo se esmeraban!”.


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